"Además, las cuestiones que conciernen al Papa son siempre vitales, siempre actuales, siempre fundamentales, porque tienen una importancia intrínseca para todas las épocas del mundo. En efecto, la infalibilidad del Papa, por ejemplo, no es tanto la prerrogativa de un hombre como la de la Iglesia, y siguiendo el ejemplo del famoso dicho de un potentado: "Yo soy el Estado", puede decirse en cierta proporción que "la Iglesia es el Papa", que es a la vez su cabeza y su fundamento. San Francisco de Sales lo dijo con estas breves pero expresivas palabras: "El Papa y la Iglesia son una misma cosa". Y ésta es una verdad manifiesta, ya que sin el Papa no hay cuerpo episcopal ni Iglesia docente, como tampoco hay colegio apostólico sin Pedro. Por eso el santo Obispo de Ginebra se dirigió al Soberano Pontífice en estos términos: "Vos sois el corazón y el SOL de todo el estado eclesiástico". - Es más, podría incluso decirse que "el Estado es el Papa" porque, como señalan los editores de Maistre, no tenemos suficientemente en cuenta "la influencia ejercida por el Sumo Pontífice en la formación y el mantenimiento del orden social, así como la importancia de este mismo poder para restablecer la civilización en sus verdaderos fundamentos, ahora que un genio maligno los ha destrozado o desplazado.....". La necesidad de su acción es tan evidente que toda mente recta y religiosa es llevada a la conclusión: Sin el Papa, ya no hay cristianismo y, como consecuencia inevitable, el orden social está herido en lo más profundo. Esta reflexión ha sido nunca más acertada que hoy, cuando sufrimos las consecuencias del terrible cataclismo que sacudió a Europa a finales del siglo pasado, y que ha legado a la generación actual la triste herencia de las ideas modernas, deformando con ellas y a través de ellas las verdaderas nociones sobre las relaciones entre Iglesia y Estado, y sobre la libertad considerada en sus múltiples aplicaciones."
https://archive.org/details/du-pape-et-du-concile-000001177_202302/page/n19/mode/2up
***