VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL MIEDO AL PAPA (Mons. Gaume) (V)

Mons. Gaume
¿Cómo se manifiesta hoy la violación de la ley? (Continuación)

                                                                                I
Movimiento de disolución moral. Paralelo al movimiento de unificación material, y con no menos rapidez, se acentúa un movimiento de disolución moral. 

Las creencias son el principio, la regla y el sustento de la moral: “Dime lo que crees, te diré lo que haces”. El resumen sublime de las creencias de la humanidad es el símbolo Católico.

¿Cuál es el símbolo católico hoy? Está roto como cristal. Apenas quedan, entre las naciones, incluso nominalmente católicas, algunos restos dispersos. ¿Qué nación hoy, como nación, firmaría con su sangre todos los artículos del Credo?

                                                                             
                                                                               II
¿No es la igualdad de todas las religiones, consagrada en los códigos y reducida en la práctica, la negación oficial y radical de toda religión positiva? [*Nota: véase la gran apostasía del conciliábulo Vaticano 2, promovida por el falso profeta Roncalli-Juan 23 y el Anticristo Montini-Pablo 666, que proclama justamente eso: la igualdad de todas las falsas religiones, el indiferentismo religioso (Nostra Aetate, Unitatis Redintegratio, Lumen Gentium, Dignitatis Humanae), lo cual constituye una abominación y una apostasía flagrante a ojos de Dios Uno y Trino]

El gran negacionista que marcó el fin del mundo antiguo, el racionalismo, ¿no es el rey del mundo actual? Cada día y en todos los puntos, ¿no manifiesta su poder a través del sarcasmo, del desprecio, de las negaciones impunes de todos los dogmas revelados, de la existencia de Dios, de la creación del mundo, del origen del hombre, la espiritualidad, la inmortalidad, la realidad misma del alma; negación de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, de la divina institución del cristianismo y de las diferentes verdades que enseña?

Aparte del muy reducido número de católicos dispuestos a morir por su fe, nombradme las creencias que permanecen en pie todavía. 
[*Nota: Y esto, ¡ya en el siglo XIX!]


                                                                
                                                                            III
Si del orden dogmático pasamos al orden moral, ¿qué ha sido del código de moral, del Decálogo? ¿Dónde están las naciones, las familias e incluso los individuos que lo observan en su totalidad?

¿Pueden la emancipación de los sentidos y la insubordinación de las voluntades ser mucho más completas, y la disolución moral más avanzada?

A través de los escándalos, de los discursos y los libros impíos, de los periódicos, de los teatros, de las artes, del lujo, de la indiferencia en materia de religión, ¿no se propaga como la lepra esta disolución moral en el mundo de hoy?


                                                                            IV
Disolución social por la relajación, por no decir por la ruptura de todos los vínculos jerárquicos de poder y deber; por la negación de la autoridad, por la apología de la revuelta y por la corrupción de la moral pública.

Disolución de la familia, por la disminución de la autoridad paterna, por la incesante división de bienes, por el divorcio, por el contrato civil que reemplaza al matrimonio, por la negación misma del bautismo, base primaria de la familia cristiana.

¿Cuántas veces en nuestras grandes ciudades de Francia, y en particular en los excéntricos suburbios de París, no encontramos cada día a estos pequeños de la especie humana, que no han recibido el signo del cristiano, y a los padres, verdaderos salvajes de la civilización, que se oponen a que lo reciban?


                                                                            
                                                                            V
Lo mismo ocurre en Inglaterra, donde un obispo anglicano se atrevió a negar públicamente la necesidad del bautismo. Es aún peor en los Estados Unidos de América, donde, de treinta y seis millones de habitantes, apenas diez millones conocen alguna religión. 

Pero en Europa, el país que avanzó a la cabeza de esta disolución moral fue el reino de Prusia, tan orgulloso de sus victorias materiales. Recientemente, el párroco protestante de la parroquia de Saint-Jacques, en Berlín, constataba que en el mes de octubre sólo once matrimonios, entre sesenta y tres, le habían pedido que bendijera su unión; y que sólo doce niños, de ciento cincuenta, habían sido presentados al templo para recibir el bautismo. Si esto continúa, Berlín pronto tendrá una población de paganos solamente. [*Nota: ¿Qué diría Mons. Gaume si viviera hoy? ¡Espanta sólo pensarlo!]



                                                                           VI
Disolución moral de los individuos. En esas multitudes de trabajadores que pueblan los talleres, las fábricas, las compañías, las grandes y pequeñas estaciones de ferrocarril; en todo lo que llamamos masas populares, ¡cuántas personas desdichadas hay en las que el sentido moral nunca ha sido despertado del todo o está casi completamente destruido!

De ahí estos grandes síntomas de una disolución tan profunda, ¡ay! y tan general que no tiene parangón en el pasado: el número de nacimientos ilegítimos y de infanticidios; casos de locura; muertes por impenitencia y suicidio, suicidio que, en menos de cuarenta años, se ha cobrado más de cien mil víctimas sólo en Francia: y en este camino sangriento, Francia no es la primera.

Después de mil ochocientos años de cristianismo, ¡aquí es donde está el mundo hoy! [*Nota: Por Dios bendito, ¿qué diría este santo prelado si levantara la cabeza y mirara cómo está el mundo hoy en pleno siglo XXI?...]

Continuará...