Ildefonso de Bressanvido
O.F.M.
11. Después de la manifestación tanto del bien que hayan hecho los justos como del mal que hayan cometido los pecadores; hecha la separación de unos y otros, Jesucristo, desde lo alto de su tribunal, pronunciará la sentencia tan consoladora para unos, como abrumadora para otros; sentencia de felicidad para los justos, y de desesperación para los pecadores; sentencia que hará a los primeros bienaventurados para siempre, y a los demás infelices por la eternidad. Venid, benditos de mi Padre, dirá Jesucristo con aire de dulzura y bondad a los que se pondrán a su derecha; entrad en posesión del reino preparado para vosotros desde el principio del mundo; porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; necesitaba alojamiento, y vosotros me disteis alojamiento; estaba desnudo, y me vestisteis; preso y vinisteis a verme y a consolarme. Luego volviéndose hacia los que estarán a su izquierda: y vosotros, les dirá con un tono de voz que hará temblar la tierra hasta sus cimientos, vosotros que no me disteis de comer cuando tenía hambre, que no me disteis agua cuando tenía sed, que no me disteis refugio cuando estaba sin hogar, que no me vestisteis cuando estaba desnudo, que no me visitasteis cuando estaba enfermo y encarcelado, apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno que fue creado para el diablo y sus seguidores. ¡Oh! ¡qué felices se considerarán los justos en este momento por haber utilizado su riqueza para aliviar a los pobres, en lugar de haberla desperdiciado inútilmente!
¡Cuánto pesar sentirán los pecadores por haber perdido en el juego, en el entretenimiento y en el lujo estos bienes que les habían sido dados para ayudar a los desdichados! ¡Qué consuelo para los primeros al escuchar esta voz llena de dulzura y bondad, que los bendice y los declara poseedores de un reino eterno! ¡Qué desesperación para los demás al escuchar esta voz terrible que los maldice y los condena a arder en el fuego eterno con los demonios! ¿Qué excusa pueden dar estos desafortunados? ¿Tendrán la temeridad de responder al soberano Juez que nunca le negaron ningún servicio, ningún alivio, ya que nunca lo vieron hambriento o sediento, que nunca lo vieron sin alojamiento, sin ropa, lisiado o preso? Pero Él les responderá que no debieron ignorar a los pobres que lo representaban, y que toda la ayuda que les negaron, fue a Él mismo a quien se la negaron. Cerrándoles así la boca, ejecutará sin demora la sentencia infinitamente justa que acaba de pronunciarse, y éstos, dice el texto sagrado, irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mt. 25).