Ildefonso de Bressanvido
O.F.M.
10. Pero esta confusión será mucho más grande y sensible para los pecadores, cuando se vean separados del número de los justos. Como el pastor separa las cabras de las ovejas (Mt. 13), de la misma manera Jesucristo ordenará a sus Ángeles que separen a los pecadores de los justos. Algunos se colocarán a su derecha y otros a su izquierda. A su derecha estarán aquellos que han observado fielmente su santa ley, o que, después de haberla transgredido, han lavado las manchas de sus pecados con lágrimas de sincera penitencia. La izquierda será para aquellos que, en lugar de vivir según las santas máximas del Evangelio, habrán vivido según las máximas de un mundo perverso; para aquellos que, en lugar de seguir dócilmente las luces de la fe y las inspiraciones de la gracia, se habrán dejado llevar por las ilusiones de los sentidos y por las sugestiones del demonio; para aquellos que han pretendido conciliar la práctica de los deberes de su religión y vida cristiana con la moral y costumbres de la gente del mundo, y hacer penitencia sin cambiar su conducta, sin hacerse la menor violencia a sus malas inclinaciones.
¡Qué alegría experimentarán los justos que hoy son olvidados, despreciados y perseguidos! ¿Qué alegría no experimentarán al verse puestos a la diestra de su Juez y en compañía de los espíritus bienaventurados? ¿Qué dolor, al contrario, para quienes, en esta vida, buscan su felicidad en los bienes, placeres y gloria del mundo, cuando se ven arrojados hacia la izquierda y en compañía de los demonios? Benditos sean, clamarán los justos, benditos sean los desprecios, las persecuciones, los trabajos que con paciencia hemos soportado; mientras los réprobos maldecirán los honores, los aplausos y todos los favores que hayan recibido del mundo; y reducidos a la más espantosa desesperación, he aquí pues, dirán (Sap. 5), aquellos de quienes habíamos hecho objeto de nuestras burlas y de nuestro desprecio, y cuya conducta nos parecía una locura, he aquí que ahora se cuentan entre los hijos de Dios, y su herencia está en los cielos. ¿De qué sirven ahora nuestra incredulidad y nuestra obstinación? ¿Qué esperanza nos dejan las riquezas que hemos poseído? La gloria, la pompa y los placeres se han desvanecido como una sombra; y sólo quedan nuestras obras que nos confunden, y que serán objeto de nuestra condena y de nuestra eterna reprobación.
Continuará...