S.S.Pío XII
Ecclesia Fastos
Los felices éxitos de Bonifacio fueron referidos a este mismo Predecesor Nuestro, que lo llamó al solio pontificio, y a pesar de su humilde resistencia «declaró que quería conferirle la dignidad episcopal para que pudiese con mayor firmeza corregir y traer al camino de la verdad a los errantes, para que se sintiese sostenido por la mayor autoridad de la dignidad apostólica y fuere tanto más afecto a todos en el oficio de la predicación cuanto más aparecía que precisamente por este motivo había sido ordenado por el Supremo Pastor» .
Consagrado, pues, «Obispo regional» por el mismo Sumo Pontífice, volvió a las inmensas re- giones a él confiadas, donde, con la nueva dignidad y autoridad, reemprendió las fatigas apos- tólicas con el más vivo empeño.
Lo mismo que fué muy querido para este Pontífice por el esplendor de su virtud y por el vivísimo celo de dilatar el reino de Cristo, lo fué también para sus sucesores; así, San Gregorio III, que por sus méritos lo nombró Arzobispo y le honró con el sacro palio, dándole la facultad de constituir legítimamente y reformar la Jerarquía eclesiástica en aquellas regiones y de consagrar nuevos Obispos «para iluminar a la estirpe germánica», también San Zacarías, que con una carta afectuosísima lo confirmó en su cargo y le rindió cumplidas alabanzas; finalmente, Esteban III, el cual apenas elegido y próximo al término de esta vida mortal le escribió una carta llena de devota estima.