S.S.Pío XII
A.A.S., VOL.49, PÁG 845
Desde aquí, desde esta humilde sepultura de un testigo de Cristo, se esparcen a través del mundo regueros de gracias. Desde aquí, desde esta cátedra de Pedro, sus sucesores ejercen, con la asistencia infalible del Espíritu Santo, su misión de doctor y guía; conservan el depósito de la tradición, interpretan la escritura, gobiernan y santifican a toda la Iglesia católica por el ejercicio de sus poderes de orden y de jurisdicción.
La antigua capital del Imperio romano, cuyas ruinas gloriosas habéis visitado, fué la tierra de elección en la que el grano de mostaza del Evangelio arraigó. Pedro mismo era, a imagen de su Maestro, el fundamento de la Iglesia porque llevaba en sí una fuerza única. Este rudo pescador de Galilea fué el hombre a quien Dios confió las llaves del reino; a él solo fué garantizada la victoria definitiva sobre el mal, él solo fué el que recibió el encargo de conducir a toda la humanidad hacia la verdad total y hacia la vida eterna en nombre y lugar de Jesucristo mismo.
***