Mons. Gaume
Según la definición que de la Iglesia hemos dado, fácil es distinguir los que pertenecen a esta santa sociedad de los que no pertenecen a ella. Para ser miembro de la Iglesia se requiere :
1º Estar bautizado; así es que los infieles y los judíos no pertenecen á la Iglesia, porque no están bautizados;
2º es preciso creer cuanto la Iglesia nos enseña; así los herejes, es decir, los que permanecen obstinados en un error condenado por la Iglesia, y los que se niegan á creer lo que la misma ha decidido como artículo de fe, no pertenecen á la Iglesia, pues carecen de fe.
3º. Es preciso obedecer al Sumo Pontífice y á los pastores legítimos; así los cismáticos, es decir, los que se separan o se niegan á reconocer la suprema autoridad de nuestro Santo Padre el Papa sobre la Iglesia universal, no pertenecen á la Iglesia, pues desconocen la autoridad legítima.
4º Es preciso permanecer en la Iglesia; así los apóstatas, es decir, los que renuncian exteriormente á la fe católica, después de haberla profesado, para abrazar la infidelidad, el Mahometismo, por ejemplo, no pertenecen á la Iglesia, pues no permanecen en su seno.
5º Es preciso no hacerse excluir de la Iglesia; así los excomulgados, es decir, los que la Iglesia separa de su cuerpo, cesan de pertenecerle mientras están en excomunión, pues son como miembros cortados.
¿Se sigue de aquí que todos los miembros de la Iglesia sean justos y sanos, de modo que no se pueda ser al mismo tiempo pecador é hijo de la Iglesia? De ninguna manera. Según comparación del mismo Salvador, la Iglesia de la tierra es una era en que la paja está mezclada con el buen grano; una red en la que se reúnen peces buenos y malos, mientras se aguarda la separación que se hará el día del juicio final; de modo que por gran pecador que sea un católico, pertenece al cuerpo de la Iglesia, en tanto que no ha sido separado de él por la excomunión. Mas ¡ay! parécese á una rama muerta, la que, si bien está unida al árbol, no recibe alimento alguno, y no tiene parte en la savia ni en el jugo que se comunican desde la raíz á las ramas vivas: existe sin embargo una considerable diferencia, que deja una esperanza consoladora á los más grandes criminales, y es que al paso que una rama muerta no puede ya revivir, un miembro de la Iglesia muerto por el pecado puede recobrar la vida, y recibir de nuevo las influencias de la divina virtud que Jesucristo derrama en los justos, como la cabeza en los miembros 1. ¡Cuánto debe ser, pues, nuestro temor por los pecados que llevan consigo la excomunión! ¡Cuánto debemos compadecer á los desgraciados que no pertenecen á la Iglesia! ¡ Cuánto debemos orar y trabajar para hacerles entrar en su seno! Son más dignos de lástima que los hombres que al sobrevenir el diluvio no pudieron entrar en el arca. En efecto, fuera de la Iglesia no hay salvación; nada más verdadero que esta máxima; nada más caritativo que profesarla.
Nada mas verdadero, pues Nuestro Señor Jesucristo compara el reino de los cielos, que es la Iglesia, a un rey que celebra las bodas de su hijo, y que viendo que los convidados se niegan a asistir a ellas, se irrita y jura que ninguno de los que había convidado gustará de los manjares de su mesa ; así pues, los que rechazan la gracia ofrecida por el Salvador no pueden pretender reinar con él en el cielo ; los que no entran en la Iglesia a la que son llamados, son extraños a Jesucristo. Por otra parte el Hijo de Dios dijo a los Apóstoles: Predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Luego Nuestro Señor Jesucristo quiso, con la voluntad más formal, que todos los hombres creyesen el Evangelio, y en la Iglesia, de la cual se hacen miembros por el Bautismo. En efecto, si, como es indudable, todos los hombres están obligados a abrazar la religión cristiana, también todos lo están a entrar en la Iglesia de Jesucristo; y la razón es porque la Iglesia sólo fue establecida a causa de la Religión.
Ahora bien, quien quiere el fin, quiere los medios: luego
1º Nuestro Señor Jesucristo, que quiere que todos consigan su salvación por la Religión, debe querer necesariamente que todos formen parte de la sociedad que él mismo fundó para conservar y enseñar aquella Religión;
2º estando obligados todos los hombres a abrazar la religión de Jesucristo, lo están por este mismo hecho a usar el medio que Nuestro Señor estableció para llegar al verdadero conocimiento de la Religión, y a tributar a Dios un culto legítimo;
3º la Iglesia es una sociedad necesaria a la cual todos estamos obligados a pertenecer, en virtud de derecho natural y divino, y por consiguiente el que a sabiendas y voluntariamente permanece fuera de su seno, no puede esperar la salvación. Las puertas de la vida eterna, dice el Salvador, no se abrirán sino para los que hayan guardado los mandamientos; el que haya conocido el mandamiento y se haya negado a cumplirlo será condenado.
Herederos de la doctrina del Salvador y de los Apóstoles, los santos Padres profesan altamente la misma verdad. «El que no tenga a la Iglesia por madre, dice san Cipriano, no tendrá a Dios por padre. Si alguno pudo librarse de las aguas del diluvio sin estar en el área, el que haya vivido fuera de la Iglesia podrá también librarse de la condenación eterna. »
«Nadie consigue la salvación, dice san Agustin, si no tiene a Jesucristo por jefe; y nadie tendrá a Jesucristo por jefe, si no pertenece a su cuerpo, que es la Iglesia. »
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Nada más caritativo por parte de los Católicos que profesar esta máxima. Efectivamente, convencidos hasta la efusión de su sangre de que existe una Religión verdadera y obligatoria, como también una sociedad encargada de conservarla y de explicarla; convencidos de que esta Religión es la religión católica, de que esta sociedad es la Iglesia romana, ¿pueden hacer un acto más grande de caridad, que decir a los hombres: Entrad en esta sociedad, a fin de conocer y de practicar la única Religión que puede haceros dichosos en este mundo y en el otro; tened cuidado, lo que os decimos que hagáis es indispensable, fuera de la Iglesia no hay salvación? Repetir, pues, esta máxima, publicarla por todas partes, ¿será, como pretenden algunos, mostrar crueldad hacia los hombres? ¿no es, por el contrario, prestarles el mayor de los servicios? ¿Era cruel Noé cuando, al construir su arca, decía a los pecadores para convertirlos Fuera del arca no hay salvación? ¿Carece de caridad Nuestro Señor Jesucristo cuando dice que el que no entre en la Iglesia por la fe y por el Bautismo, será condenado? ¿Carece de caridad el médico cuando dice al enfermo : Si no tomáis tal precaución, es imposible curaros? Sé que debe ser incendiada vuestra casa para que perezcáis vos y vuestra familia entre las llamas; más conozco también el único medio de burlar los proyectos de los malhechores y os digo: Tened cuidado; a menos de hacer lo que os indico, moriréis; ¿soy acaso culpable de crueldad al daros este aviso? ¿no os hago, por el contrario, un señalado servicio?
Catecismo de Perseverancia Tomo III Lección XXIII
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Relacionado
LA SALVACIÓN DE LOS NO-CATÓLICOS
CARTA DE LA SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO AL ARZOBISPO DE BOSTON (MASSACHUSETTS, USA), DE FECHA 8 DE AGOSTO DE 1949.
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