S.S.Pío XII
Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite; con una verdadera resurrección, que no admita ya ningún dominio de la muerte: «Surrexit Dominus vere» (Luc. 24, 34), «mors illi ultra non dominabitur» (Rom. 6, 9).
Jesús debe destruir en los individuos la noche de la culpa mortal con el alba de la gracia recobrada.
En las familias, a la noche de la indiferencia y de la frialdad debe suceder el sol del
amor.
En los campos de trabajo, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de la incomprensión y del odio, la noche debe iluminarse como el día, «nox sicut dies illuminabitur»; y cesará la lucha, brillará la paz.
¡ Ven, Señor, Jesús!
La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel, oh Señor, y haz que nuestra noche se ilumine como el día.
¡Cuántos corazones, oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú sólo vivirás y reinarás en los corazones! ¡Ven, oh Señor, Jesús!
¡Hay tantos indicios de que Tu vuelta no está lejana!
¡Oh María, que lo viste resucitado; María, a quien el primer aparecer de Jesús quitó la angustia inenarrable causada por la noche de la pasión; María, te ofrecemos las primicias de este día. Para ti, Esposa del divino Espíritu, Nuestro corazón y Nuestra esperanza. ¡Así sea!
L,Osservatore Romano 3/4/1957
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