VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

CUANTO MÁS UNIDOS ESTEIS A LA PIEDRA ANGULAR DEL EDIFICIO MÍSTICO CON LOS LAZOS DE LA FE, DE LA ADHESIÓN Y DEL AMOR, MÁS FUERTES OS SENTIRÉIS

S.S.Pío IX

ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD EN EL CONSISTORIO DE 26 DE JUNIO DE 1867,
REVELANDO SU DESIGNIO DE CELEBRAR UN CONCILIO ECUMÉNICO
(Extracto)

Porque esta piedad y esta unión íntima con la Sede Apostólica, no sólo están en armonía con las circunstancias y con vuestros sentimientos, Venerables Hermanos, sino que es sobre todo importantísimo que Nos saquemos de ella los más saludables frutos, sea para contrarrestar la audacia de los impíos, sea para poder convertirla en ventaja común de los fieles y vuestra. Se hace necesario que los adversarios de la Religión comprendan cuál es la fuerza y la vida de esta Iglesia católica, que ellos no cesan de perseguir con su odio; que sepan cuán insensata é inoportuna es la injuria que le dirigen cuando la acusan de hallarse extenuada y de no poder seguir la marcha de la época; que sepan cuán mal inspirados están en confiar en sus propias fuerzas en sus obras y empresas; que vean, en fin, que no es posible destruir un conjunto de fuerzas tal como el que Jesucristo y su virtud divina han establecido sobre la base de la confesión de los Apóstoles. Hoy, como nunca, Venerables Hermanos, es de necesidad que todos los hombres vean claramente el estrecho lazo que une a las almas en que reina el espíritu de Dios, y cómo aquellos que abandonan a Dios y menosprecian la autoridad de la Iglesia, no alcanzan la verdadera felicidad; sino que la buscan en el camino del crimen, el cual les lleva a precipitarse en el abismo de crueles discordias y funestas tempestades.

Pues si ha de atenderse al bien de los fieles, ¿qué puede haber, Venerables Hermanos, para las naciones católicas, ni mas benéfico, ni mas propio para que se acreciente la obediencia a Nos y a la Cátedra apostólica, que ver cuán valiosos son para sus Pastores los derechos de la unidad católica, y cómo estos Pastores atraviesan los vastos espacios de la tierra y de los mares, sin curarse de los inconvenientes del viaje, para volar a Roma al lado de la Cátedra apostólica, a fin de reverenciar en nuestra humilde persona al sucesor de Pedro y al Vicario de Jesucristo en la tierra?

Este ejemplo les hará reconocer, mejor que las mas ingeniosas enseñanzas, cuánta veneración, deferencia y sumisión deben tener hacia Nos, a quien en la persona de Pedro dijo Nuestro Señor Jesucristo: «Apacienta mis corderos; apacienta mis ovejas;» y a quien por estas palabras se ha conferido el ministerio de la solicitud y del poder supremo sobre la Iglesia universal.

Y vosotros, Venerables Hermanos; vosotros mismos, al cumplir vuestro sagrado ministerio, recogereis un fruto excelente de esta deferencia hacia la Sede Apostólica. En efecto: cuanto más unidos esteis a la piedra angular del edificio místico con los lazos de la fe, de la adhesión y del amor, más fuertes os sentiréis, como nos lo dice la historia de todas las épocas de la Iglesia; mas y mas adquiriréis esa fuerza y ese valor que exige la grandeza de vuestro cargo, para resistir las asechanzas del enemigo y las adversidades de la fortuna.

No otra cosa quería significar Nuestro Señor Jesucristo cuando, al confiar a Pedro el cuidado de sostener la fortaleza de sus hermanos, le dijo: «Yo he rogado por ti, a fin de que no te falte la fe, y de que, cuando te conviertas, confirmes a tus hermanos. » En efecto: como San León el Grande indica, «el Señor cuida particularmente de Pedro, y pide especialmente por la fe de Pedro, como si el corazón de los otros se mostrara más firme no siendo vencido el corazón de su Príncipe. En Pedro, pues, se ha depositado toda fortaleza, y el socorro de la gracia divina está de tal manera coordinado, que la fortaleza concedida por Cristo a Pedro es conferida por Pedro a los demás Apóstoles .

Por eso Nos hemos estado siempre persuadido de que esta fortaleza de que se ha colmado a Pedro por un don especial del Señor, no podía menos de trasmitirse a vosotros cada vez que os aproximáis a Pedro, siempre vivo en sus sucesores, y aun solo con llegar a esta ciudad que el Príncipe de los Apóstoles regó con su sudor sagrado y su sangre victoriosa. Además, Venerables Hermanos, Nos no hemos dudado nunca de que de este sepulcro mismo en que reposan los restos del bienaventurado Pedro, en medio de la veneración eterna del universo, había de brotar cierto poder oculto, cierta virtud benéfica que inspira a los Pastores del Señor las fuertes empresas, las grandes determinaciones, los sentimientos magnánimos; además de que por ella, restauradas sus fuerzas, venzan y destruyan la audacia impudente de los enemigos en su desigual combate con la virtud y el poder de la unidad católica.




Crónica del Concilio Ecuménico del Vaticano
León Carbonero y Sol


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