VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SOBRE LA SEGUNDA VENIDA DE JESUCRISTO PARA JUZGAR AL MUNDO (Ildefonso de Bressanvido, O.F.M.) (2)

Ildefonso de Bressanvido
O.F.M.

2. Hay verdades anunciadas de manera oscura, como escondidas bajo figuras y envueltas en nubes en el Antiguo Testamento, que por tanto fueron incomprendidas o enteramente ignoradas por el pueblo hebreo, y cuyo conocimiento estaba reservado al pueblo cristiano, al que se manifestarían de manera más expresa en la nueva alianza. Pero llegará un día en que todos estarán obligados a presentarse ante el tribunal supremo para ser juzgados, como es una verdad que debe servir siempre de antorcha y regla para las acciones de los hombres, es también una verdad que Dios ha querido dar a conocer en todos los tiempos, desde el origen del mundo; verdad conocida por los Patriarcas y por todos los pueblos por medio de la tradición, desde Adán hasta Moisés; verdad claramente anunciada en la antigua ley por los Profetas. 

He aquí, dijo Enoc, he aquí que el Señor viene con toda la multitud de sus Santos para juzgar el universo, para reprochar a los malvados por todas las obras de iniquidad que han cometido, y por todas las palabras insultantes que se han atrevido a pronunciar contra Dios. Es el apóstol San Judas quien nos ha conservado este fragmento de las profecías de este Patriarca que fue el séptimo desde Adán (c. 1). ¿Qué será de mí, decía el santo Job (c. 31), cuando el Señor venga a juzgar al mundo, y qué le responderé cuando me pida cuentas de mi vida? Estaba tan lleno de miedo a este juicio que, a pesar de la pureza de su conciencia, deseaba poder esconderse en el seno de la tierra, hasta que pasara este momento de ira divina. 

Por lo tanto, Dios ya había manifestado esta importante verdad en la ley de la naturaleza, ya que no era desconocida para el pueblo santo que vivió en aquellos tiempos antiguos. Pero después de haber dado a su pueblo la ley escrita, ¿cuántas veces y con qué claridad no habló del juicio final por boca de sus Profetas? No terminaría si quisiera citar aquí todos los pasajes en los que lo anuncia con las más terribles amenazas, o en los que nos lo representa con los colores más vivos. Me contentaré con informar algunos que pueden ser suficientes para confirmar nuestra fe y confundir cada vez más la incredulidad de los impíos.



3. Los enemigos del Señor temblarán ante su presencia, dijo Ana, madre de Samuel (1. Reg. 2), y desde lo alto del cielo resonará sobre sus cabezas el sonido de su trueno. El Señor juzgará a todas las naciones del universo, dará el dominio a su Rey y hará notorio todo el poder de su Cristo. Entrad en las cuevas, clamaba Isaías (c. 2), escondeos en las cuevas más profundas, para ocultaros del rostro del Señor y del esplendor de su majestad. Toda grandeza, es decir todo el orgullo de los hombres en aquel día, será abatida, y sólo Dios será grande y exaltado; porque viene el día del Dios de los ejércitos, para humillar a todos los soberbios. Griten de terror, dice en otra parte (c. 13); porque el gran día del Señor está cerca. Entonces todos los corazones palpitarán de miedo y todos los rostros aparecerán secos y agotados. Se acerca el día del Señor, un día cruel, lleno de indignación, de ira y de furia, un día que reducirá a los pecadores al polvo y a la tierra a la soledad. No menos espantosas y terribles son las predicciones de Ezequiel (c. 7): esto dice el Dios de Israel: Ha llegado el fin, sí, ha llegado el fin para las cuatro partes de la tierra; Desataré mi furor contra ti; Te juzgaré como mereces y pondré contra ti todas tus abominaciones.

Todos los demás profetas (Joel. 2., Malach. 3., Sofonías 1. 15) usan el mismo lenguaje, representan este día fatal con los mismos colores y lo llaman día de ira, día de angustia y tribulación, día de miseria y calamidad, día de oscuridad y horror, día de nube y tormenta. Es en este día que, según lo que le fue mostrado a Daniel en una extraordinaria visión (c. 7), después de la destrucción de los cuatro grandes reinos representados bajo la figura de las cuatro grandes bestias, se dictará el juicio solemne, que todo poder será destruido para siempre, que el imperio y el poder serán entregados al pueblo de los Santos del Altísimo cuyo reinado es eterno; y entonces todos los reyes le servirán y estarán sujetos a él. 


¿Y el Rey-Profeta quiere decir algo más que este gran día del juicio, cuando dice (Sal. 9) que el Señor ya ha preparado su trono para juzgar, y que juzgará a toda la tierra con equidad, y a todos los pueblos según la justicia; y cuando agrega (Sal. 49) que Dios vendrá de manera brillante, que romperá su silencio; que el fuego se encenderá delante de él, y que una gran tormenta se formará a su alrededor; que llamará al cielo y a la tierra para discernir a su pueblo; que reunirá ante él a todos sus santos; que los cielos declararán su justicia, porque él es el Juez Supremo; que traerá ante los ojos del pecador sus iniquidades y le reprochará su presunción?

Continuará...