Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás, en su respuesta a esta injusta queja, utiliza máximas muy importantes, que toma de San Agustín y que nunca podremos apreciar como se merece. San Agustín dice que el deseo de retirarse del mundo debe prevalecer sobre todos los demás deseos, para decidirnos a entregar nuestra mente y nuestro corazón al conocimiento y al amor de la Verdad eterna, cuya meditación y gusto requieren el ocio de la soledad. Según él, sólo la necesidad debe sacarnos de esta dichosa soledad para ocuparnos de las cosas del mundo: “Es el amor a la Verdad, es el deseo de conocerla el que busca el secreto y el reposo de la soledad; sólo la necesidad debe arrancarnos, como a la fuerza, de este estado (1)”, para arrojarnos en medio de estas solicitudes externas que nos privan de la dulzura que una simple visión produce en nuestra alma, un solo recuerdo de esta Verdad sin principio y sin fin. Luego, este santo Doctor añade esta regla, que merece muchísimo ser considerada: “Si una necesidad precisa, un deber riguroso, no nos obliga a someternos a estas peticiones del exterior, debemos dedicarnos enteramente al estudio de la Verdad eterna (2)”. Sólo se puede meditar en el retiro, y esta meditación es tan absolutamente indispensable, insiste este incomparable Doctor, que, ocupado por necesidad en los asuntos temporales y en el comercio del mundo, debemos ser tan cuidadosos con nosotros mismos que "siempre nos sea posible volver a este grato retiro, para no perder la dulzura de la contemplación y no quedar aplastado bajo el peso de esta necesidad (3)”.
¿De qué se queja el mundo? Almas enemigas de sus vanidades, amigas del retiro, deseosas de entregarse únicamente a Dios, demasiado serias para dedicarse a tantas preocupaciones frívolas, y para no abandonarlas antes de correr el peligro de perderse, aunque conserven su amor, ¿qué daño le hacen estas almas al mundo? Al mundo le gusta quedarse con lo que le dejan; Ahora bien, estas almas, para satisfacerlo, le dejan todo: ¿de qué se queja? ¿Son ellas las únicos capaces de servirle? ¿No hay muchas otras almas listas para ser producidas y utilizadas? Que el mundo se sirva de quienes están dispuestos a consentirle todo y de quienes lo buscan; ¡pero que deje en paz a los que lo abandonan y ya no quieren pensar en él! Dejad que el mundo los llame salvajes, gente extraña, inútil para todo, gente sin espíritu: ¡estos reproches son para estas almas escogidas un gran elogio! Hace siglos, San Pablo dijo: “Es imposible agradar al mundo y ser servidor de Jesucristo. » ¿No pronunció el mismo Jesucristo estas palabras, fuente inagotable de consuelo y de alegría para el alma perseguida: “Si el mundo os aborrece, sabed que antes que vosotros me aborreció a mí. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo; pero porque no sois del mundo y porque yo os elegí y os separé del mundo, el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os he hablado: el siervo no es mayor que su señor; si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. » (4)
Que el mundo sepa, pues, cuán poco se conmueven con sus quejas las almas siervas de Dios. Prefieren sus críticas a sus elogios, su persecución a sus caricias. La prueba de que al menos empezamos a trabajar para adquirir la virtud es que somos perseguidos por el mundo, dice Santo Tomás después de San Crisóstomo; y añade san Gregorio: “La culpa con que el mundo gusta cubrir a las almas santas es una recomendación grandísima de su virtud (5). »
Continuará...
(1) Otium sanctum quaerit charitas veritatis : negotium justum suscipit nécessitas charitatis. D. Th. 1-2. Q . 61, A. 5, ex Aug.
(2) Quam sarcinam si nullus imponat, percipiendae atque intuendœ vacandum est veritati. Ibid. — (3) Nec omnimodo veritatis delectatio deserenda est, ne subtrabatur illa suavitas et opprimât
ista nécessitas. D. Aug. de Civ. Dei. L. 19, C. 19.
(4) Joann. 45. — (5) Virtutis argumentum, a mundo odio haberi.
Perversorum derogatio vitae nostrœ approbatio est. D. Th. in
Caten. aur. Joann. 15.
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