Y para tales tiempos, ¿qué cosa más oportuna como el que la institución de los primeros pastores pendiese exclusivamente del Soberano Pontífice, para que allí donde está el centro y la piedra fundamental, de allí partiesen las líneas a la circunferencia, y no se introdujesen acaso tantas sectas y diferencias de pastores cuantas fuesen las manos que los instalasen? ¿Quién no conoce aquí la providencia de Dios, que según las vicisitudes de las cosas humanas dicta las medidas más convenientes para el gobierno de su Iglesia? Esta se ve hoy agitada de una tormenta deshecha, que a no tener asegurado el apoyo indefectible del Omnipotente, se podría temer que iba a desaparecer del mundo. No es de ahora el origen de sus aflicciones, ni estas son efecto de causas momentáneas y accidentales. Ha muchos años que sus enemigos la estan haciendo una guerra sorda, echando mano de todo género de ataques para abatirla. Y como la unidad católica, que está afianzada en la unión y subordinación de los miembros a su cabeza, es su principal fundamento, debian para romperla dirigir los tiros contra los derechos del Sumo Pontífice, quebrantando los vínculos que ligan con él todas las iglesias del catolicismo. De aquí ha procedido la idea de relevar las facultades de los Obispos y Arzobispos, representándolos con una amplitud sin límites para regir sus diócesis, instituir y ordenar sucesores, formando así un sistema de independencia del Primado Apostólico, con que se reduce este a una dignidad nominal y de puro honor, que es lo mismo que hacerla nula, E introducir en la Iglesia una verdadera anarquía. En un tiempo, pues, en que la irreligión ha trazado y sigue su plan descaradamente, y en que los falsos políticos y aduladores de la autoridad real han extraviado todos los principios y confundido la dirección de los negocios, está por desgracia muy preparado el campo para despedazar la Iglesia en otros tantos trozos y sectas cuántos son los reinos separados entre sí. Avanzarse también a crear independientemente sus Obispos, y abandonar esta obra a la suerte de los imperios, podría ser un paso muy adecuado para acelerar estos males y acabar de descompaginar el edificio. No pueden tener otro término las opiniones libres y arrojadas que se han difundido en la materia, sostenidas y fomentadas por unos con estudio, y seguidas incautamente por otros, arrastrados dei espíritu novador, frívolo y superficial que en nada se detiene, y lo somete todo al capricho y a la arbitrariedad. Nadie ignora que por una cierta secta, bien conocida, de estos hombres, (JANSENISTAS) se han promovido y promueven en la Iglesia los males indicados, con los más vanos .y ridículos pretextos de antiguos usos y disciplina.
Discurso sobre la confirmación de los Obispos
Pedro Inguanzo y Rivero
Arzobispo de Toledo, cardenal, canonista, consejero de Estado.
Página 102-103
https://archive.org/details/discurso-sobre-la-confirmacion-de-los-ob/page/102/mode/2up?q