Y a esta Iglesia, fundada con su sangre, la fortaleció el día de Pentecostés con una fuerza especial bajada del cielo.
Puesto que, constituido solemnemente en su excelso cargo aquel a quien ya antes había designado por Vicario suyo, subió al cielo, y, sentado a la diestra del Padre, quiso manifestar y promulgar a su Esposa mediante la venida visible del Espíritu Santo con el sonido de un viento vehemente y con lenguas de fuego.
Porque así como Él mismo, al comenzar el ministerio de su predicación, fue manifestado por su Eterno Padre por medio del Espíritu Santo, que descendió en forma de paloma y se posó sobre Él de la misma manera, cuando los apóstoles habían de comenzar el sagrado ministerio de la predicación, Cristo nuestro Señor envió del cielo a su Espíritu, el cual, al tocarlos con lenguas de fuego, como con dedo divino indicase a la Iglesia su misión sublime.