VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SAN BELTRÁN, Obispo y Confesor


3 de julio del Año del Señor
SAN BELTRÁN,
Obispo y Confesor

Vivid con temor durante el
tiempo de vuestra peregrinación.
(1 Pedro, 1, 17).



Formado en la virtud por San Germán, obispo de París, que lo hizo su arcediano, San Beltrán llegó a ser obispo de Mans en el año 587. Condujo a su pueblo a las buenas obras y, por prudencia, logró se evitara una guerra con los bretones. Fundó el primer hospicio para ciegos conocido en Occidente y asistió al primer concilio plenario de Francia, en París, el año 614. Murió el 30 de junio del año 623, según se cree, después de haber legado grandes bienes a las iglesias y a los monasterios.


ORACIÓN


Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Beltrán, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.



MEDITACIÓN SOBRE LOS MISTERIOS
DE LA VIDA HUMANA


I. Estamos en este mundo como en lugar de destierro. Si pensásemos en esta verdad despreciaríamos la tierra que debemos abandonar un día; suspiraríamos por el cielo al que pronto debemos ir. ¡Ah! ¡cuán largo es el tiempo de mi exilio! -exclamaba David- y San Pablo decía: Deseo la muerte para estar con Jesucristo, y nosotros amamos este exilio en el que tantos enemigos nos persiguen, en el que tantas penas nos acosan. Amontonamos tesoros, pero para nuestros herederos. Piensan en lo que dejan detrás de ellos y no en lo que envían delante. (San Pedro Crisólogo).


II. Los peligros continuos que nos rodean en este lugar de destierro deben hacernos temblar. Durante toda nuestra vida, siempre estamos expuestos a ofender a Dios; por virtuoso que seas, puedes hacerte el más malo de todos los hombres. Ni siquiera sabes, al presente, si eres digno de odio o de amor por parte de Dios. Humíllate, pues, y trabaja en tu salvación con temor y temblor.


III. Ignoras cuál será tu fin, no sabes ni la hora, ni el lugar, ni el género de tu muerte, y, lo que es más tremendo, no sabes si eres del número de los predestinados; no lo sabrás hasta después de haber oído la sentencia de la boca del Juez soberano. ¿Cómo meditar estas verdades sin sobrecogerse de espanto? Lloremos y reguemos con nuestras lágrimas esta triste morada pasajera, a fin de terminar con una muerte santa una vida llena de buenas obras. ¡Infortunados! ¡nuestra vida es un exilio, nuestra salvación un peligro, nuestro fin una incertidumbre!


*En efecto, mis estimados hermanos y hermanas. No podemos prometernos ni una sola hora de vida, y sin embargo muchos se forjan planes surrealistas y descabellados, pensando que van a vivir eternamente en este mundo de destierro. Es porque están tan acostumbrados a su propia miseria, que llegan hasta a amarla, ignorando y despreciando voluntariamente la patria celestial a la que todos estamos llamados. Si tuviéramos realmente conciencia de la brevedad de esta vida mortal que nos ha sido dada por Dios para ganarnos nuestra plaza en las moradas eternas, no viviríamos tan pendientes y apegados a las vanidades y concupiscencias de este mundo miserable. Debemos aprender a reputar por la nada más absoluta todo aquello que los paganos y mundanos estiman como bueno y apetecible, pues ellos no juzgan con criterio espiritual y lo basan todo según la carne y su propio beneficio egoísta. Si viviéramos como muertos a esta vida terrena, tendríamos nuestra mente y nuestro corazón puestos únicamente en Dios y en Su Gloria, haciendo todo cuanto esté de nuestra parte por merecer ser admitidos en la compañía de los Ángeles y los Santos, pues no hay mayor gozo al que una pobre criatura humana pueda aspirar que el de ver cara a cara a la Trinidad Beatísima, Dios Uno y Trino, junto a la Santísima Siempre Virgen María, San José, San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo. Tengamos esto muy presente, y vivamos como si hubiéramos de comparecer ante el santo tribunal del Juez Eterno mañana mismo, para que la muerte no nos sorprenda vacíos o en pecado mortal. Es la gracia que os deseo, hermanos míos.


Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.


*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


3 de Julio del Año del Señor.
SAN BELTRÁN,
Obispo y Confesor
n. hacia el año 553 en Autun, Francia;
† 30 de junio del año 623


Vivid con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación.
(1 Pedro 1, 17)


+ San Ireneo, Obispo y Mártir, que se fue al cielo el día 28 de Junio.
+ En Chiusi de Toscana, los santos Mártires Ireneo, Diácono, y Mustiola, matrona; los cuales, en el imperio de Aureliano, atormentados con diversos y atroces suplicios, merecieron la corona del martirio.
+ En Alejandría, los santos Mártires Trifón y otros doce.
+ En Constantinopla, los santos Eulogio y Compañeros Mártires.
+ En Cesarea de Capadocia, san Jacinto, que fue camarero del Emperador Trajano; el cual, acusado de cristiano, fue de varias maneras atormentado y encerrado en una cárcel, donde, consumido de hambre, expiró.
+ El mismo día, los santos Mártires Marcos y Muciano, que murieron por Cristo al filo de la espada. A un niño de corta edad, que en voz alta los exhortaba a no sacrificar a los ídolos, lo mandaron azotar cruelmente, y como confesase con más ahínco a Cristo, le quitaron la vida, junto con otro llamado Pablo, que animaba a los Mártires.
+ San Beltrán, Obispo y Confesor Nació hacia el año 553 en Autun, Francia. Murió el 30 de junio del año 623.
+ En Roma, el tránsito de san León II, Papa y Confesor, que en el primer año de su Pontificado, lleno de méritos, se fue al cielo.
+ En Laodicea de Siria, san Anatolio, Obispo, que dejó admirables escritos, no sólo para los hombres piadosos, sino también para los sabios.
+ En Altino, en territorio de Venecia, san Heliodoro, Obispo, insigne en santidad y doctrina.
+ En Ravena, san Dato, Obispo y Confesor.
+ En Edesa de Mesopotamia, la Traslación de santo Tomás Apóstol desde la India; cuyas reliquias fueron después llevadas a Ortona, en el Abruzo.


+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.