S.S. León XIII
SATIS COGNITUM
Las puertas del infierno no puedan prevalecer contra ella. Es sentencia unánime que esta promesa divina se refiere a la Iglesia universal y no a sus partes tomadas aisladamente.
Es contrario a la verdad y contradice abiertamente la constitución divina de la Iglesia pretender que cada uno de los obispos, considerados aisladamente, debe estar sometido a la jurisdicción de los Pontífices Romanos; pero que todos los obispos, considerados en conjunto, no deben estarlo.
Porque toda la razón de ser y la naturaleza del fundamento no es otra que la de asegurar la unidad y la estabilidad de todo el edificio más bien que la de cada una de sus partes. Y esto es mucho más verdadero en el punto de que tratamos, pues Jesucristo nuestro Señor ha querido obtener con la solidez del fundamento de su Iglesia este resultado: que las puertas del infierno no puedan prevalecer contra ella. Es sentencia unánime que esta promesa divina se refiere a la Iglesia universal y no a sus partes tomadas aisladamente, pues éstas pueden, en realidad, ser vencidas por el esfuerzo de los infiernos, y muchas de ellas, en efecto, separadamente han sido vencidas.
Pero, además, el que ha sido puesto a la cabeza de todo el rebaño debe tener necesariamente la autoridad, no solamente sobre las ovejas dispersas, sino sobre todo el conjunto de las ovejas reunidas. ¿O es que el con- junto de las ovejas va a gobernar y a conducir al pastor? Los sucesores de los apóstoles, reunidos, ¿serán acaso el fundamento sobre el que el sucesor de Pedro deberá apoyarse para encontrar solidez? Quien posee las llaves del reino tiene evidentemente derecho y autoridad, no solamente sobre cada provincia en particular, sino también sobre todas a la vez; y de la misma manera que los obispos, cada uno en su territorio, mandan con autoridad verdadera, no solamente a cada individuo, sino a toda la comunidad, así los Romanos Pontífices, cuya jurisdicción abarca a toda la sociedad cristiana, tienen todas las porciones de esta sociedad, aun reunidas en conjunto, sometidas y obedientes a su poder.
Jesucristo nuestro Señor, según hemos di- cho repetidas veces, ha dado a Pedro y a sus sucesores el cargo de ser sus vicarios, para ejercer perpetuamente en la Iglesia el mismo poder que El ejerció durante su vida mortal. Según esto, ¿se podría decir, acaso, que el colegio de los apóstoles es superior en autoridad a su Maestro?
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