Santo Tomás de Aquino
Contra doctrinam retrahentium a religione
Opúsculos y cuestiones selectas (IV)
[Exposición doctrinal]
Está claro que quienes ejercen el ministerio apostólico pueden, en ocasiones, resistir a quienes los maldicen. Un caso es ofrecido por el Apóstol, cuando dice: Es justa la condena de quienes ‘blasfeman’ contra nosotros, atribuyéndonos que afirmamos esto: hagamos el mal para que vengan bienes (Rom 3,8). Acerca de este pasaje dice la Glosa: Hombres perversos que no entienden y que tienen gusto en censurarnos, nos tratan de este modo. Es justo reprobar ese comportamiento y, por consiguiente, no se les ha de creer. Evidentemente, con este modo de hablar resiste a sus detractores.
Se lee también: Si yo fuere, lo amonestaré [a Diotrefes] por las obras Perversas Que realiza, parloteando contra nosotros (3 Jn v.10). Acerca de esto, dice la Glosa: Así como no debemos tirar de la lengua al detractor con nuestros vicios, porque sería exponerlo a perdición, así también debemos soportar sin inmutarnos las provocaciones que con su maldad nos hace para que se acreciente nuestro mérito; podemos también reprimirlas, no ocurra que la siembra del mal contra nosotros corrompa el corazón de quienes podían escuchar de nosotros cosas de provecho.
En el Apóstol leemos también: Andan diciendo: las cartas son ciertamente duras y fuertes; pero la presencia corporal es débil y la palabra menospreciable. El que piense de esa manera, tenga en cuenta que, así como somos de palabra por carta, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes (2 Cor 10,10-11). Con esto queda claro que el Apóstol resistía a quienes difundían censuras contra él.
Gregorio, comentando a Ezequiel, dice: Aquellos cuya vida debe ser para los demás un modelo de imitación están obligados a reprimir, si pueden, las palabras de quienes los denigran, con el fin de que no dejen de escuchar su predicación quienes podrían escucharla y, por ese motivo, continúen una vida depravada quienes podrían vivir en la honradez. Ahora bien, los varones perfectos son aquellos cuya vida está puesta para ser imitada por los demás. Ellos, por tanto, deben, cuando pueden, reprimir la lengua de los detractores.
Agustín, hablando sobre la Trinidad, dice: Con mucho gusto recibe el beso de paloma la hermosísima y modestísima caridad; mientras que las garras del mastín o las evita la cautísima y cautísima humildad o con dominio las aplasta la solidísima verdad. Por consiguiente, las ‘garras’ de los detractores han de ser unas veces evitadas, otras veces aplastadas.
Por lo demás, todo esto se hace evidente con el ejemplo de muchos santos, como Gregorio Nacianceno, Jerónimo, Bernardo y muchos otros, los cuales escribieron libros y cartas de apología, en que se declaraban libres de las acusaciones que se les hacían.
En relación con aquellos que hacen reprensión, es necesario distinguir. Hay quienes reprenden guardando el debido orden y con intención de corregir. En este caso, han de ser no solamente soportados, sino también amados. Otros reprenden atribuyendo en público cosas falsas y denigrando ante los demás. En cuanto a éstos, a veces, hay que soportarlos con paciencia, si la detracción no causa daño de importancia. A veces, en cambio, si hay posibilidad, se les ha de hacer frente hasta rechazarlos, no por apego a gloria personal, sino por el bien común. Si no pueden ser rechazados, en todo caso, han de ser soportados con paciencia. A este propósito, Gregorio, en la homilía citada, dice: Los justos, así como sin arrogancia hablan a veces de las buenas obras que hacen, así también rebaten, sin apego a gloria personal, lo que los detractores propalan para hacer daño. Sin embargo, cuando los detractores no pueden ser corregidos con ánimo sereno, hay que soportar lo que dicen, aunque sin miedo a las habladurías, no ocurra que, por miedo a la censura, sea abandonada la senda del bien.
[Respuesta a los argumentos de la censura]
- Los verdaderos cristianos soportan ser reprendidos por quienes reprenden para corrección; pero resisten a quienes reprenden para crear desasosiego, y sobre todo cuando lo que se ventila no es tanto ofensa a personas cuanto oposición a la verdad.
- Los varones apostólicos deben estar siempre armados de paciencia. Pero el resistir a los detractores no es impaciencia, sino celo por la verdad.
- Quienes consideren perversos a aquellos que practican la corrección por caridad, muestran que quienes se dejan guiar por lo ‘humano’ son ellos, y no quienes resisten a los detractores de la verdad.
- La Glosa aquella habla de quienes, sin razón, ladran contra la verdad y muerden a los predicadores de la verdad. Quienes, con pretexto de paciencia, soportasen a los que predican falsedades, deberían ser comparados a perros mudos. De ellos vale lo dicho: Perros mudos que no son capaces de ladrar (Is 56,10).
- Quien no quiere que sea defendida la verdad que le es contraria, está mostrando que se tiene a sí mismo un amor más grande que a la verdad. Pero lo mismo ocurre en quienes, por vivir tranquilos, no se oponen a los adversarios de la verdad. De manera que los verdaderos santos hacen resistencia a sus detractores por amor de la verdad.
- La respuesta a las dificultades que siguen es evidente. Se manda que sean amados quienes corrigen con rectitud; se prohíbe perseguir a los detractores por odio o por impaciencia, pues, más bien, debemos amarlos y hacer oración por ellos: y esto es lo que practican los santos en relación con aquellos a cuyas detracciones se oponen.