VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL SACERDOTE APÓSTATA



Louis Veuillot
&
EL SACERDOTE APÓSTATA

A fin del año 1861, el célebre publicista religioso monsieur Louis Veuillot dio á luz después de sus viajes a la capital del mundo católico, una obrita llena de bellezas con el título de El perfume de Roma. En ella dedica un párrafo á pintar con vivísimos colores al Sacerdote apóstata, á quien llama el verdadero infame; y nos parece oportuno reproducir el mencionado párrafo, cuyas frases, aunque algo duras en su estilo bíblico, no pueden dejar de arrancar lágrimas de sentimiento y horror á los buenos Sacerdotes, y tal vez de detener en el mal camino al que abrigue desgraciadamente pensamientos o ideas criminales. Dice así:

El verdadero infame.- Pero he aquí al verdadero infame, en comparación del cual los demás parecen inocentes:" he aquí el monstruo más temible que el loco, peor que el pagano y que el renegado.

Este infame es el Sacerdote enemigo de la Iglesia; es el parricida, el Judas aun cubierto con la túnica de los Apóstoles y con la boca aun llena del Misterio divino

Ese infame existe: yo le he visto y le he oído. Desde la Sinagoga hasta el Pretorio pasea el cinismo de su traición gritando: Por treinta monedas vendo al Justo.

¡Dadme treinta dineros y entregaré al Vicario de Jesucristo, y prestaré mi nombre y mi traje sacerdotal para engañar a la ignorancia de los fieles!

¡Dame treinta dineros y seré Caifás y abrazaré a Herodes y a Pilatos, y diré que Pilatos mantiene el orden y que Herodes guarda la fé!

Dadme treinta dineros y dirigiré contra él acusaciones

qué vosotros no inventariáis, y le condenaré como violador de los divinos mandamientos, y le abrumaré con injurias más mortíferas que las vuestras, y con calumnias a las que se dé mayor crédito, é invocaré el interés del Cielo!

Dadme treinta dineros, é iré a Roma y volveré a decir, yo con mis labios sacerdotales, que la libertad ha muerto, que la Religión se muere, que el Vicario de Jesucristo mata la fe, que es tiempo de que deje de reinar, que es un usurpador, que a vosotros, y no a él, ha dado Dios el trono, y que la salvación del pueblo exige que perezca.

¡Y cuando le hayáis destronado, por treinta dineros, subiré al altar y cantaré el Te-Deum, y si le crucificáis, por treinta dineros bendeciré a los verdugos!

¡Infame! A ti no te despreciamos: por grande que sea la protervia de tu ánimo, el crimen se halla en tu corazón, y ese crimen es demasiado grande. ¡Maldito seas por el crimen de tu corazón!

¡Maldito seas del pueblo al que escandalizas: maldito seas de los Sacerdotes consternados! Que la mujer que te ha concebido maldiga sus entrañas; que el Obispo que te ha consagrado maldiga su mano; maldito en los Cielos.

Maldito seas, porque vendes a la Santa Iglesia que te ha formado lenta y tiernamente para que fueras un Sacerdote según su corazón, volviendo contra ella sus propios cuidados y los poderes que te ha dado.

Maldito seas, Ostiario, que abres las puertas al enemigo y que tocas la campana de la rebelión. Lector, que haces mentir a los Libros santos: Exorcista, que invocas a Belcebú: Acólito, que has llegado a ser acólito de Satanás.

Maldito seas, Diácono prevaricador, tú que has recibido el espíritu de Dios ad robur para defender los bienes de la Santa Iglesia, y que dices a los ladrones que el dominio sagrado les pertenece.

Maldito seas, Sacerdote sacrílego, profanador del altar,

parricida abominable, violador de los más santos juramentos. Todo lo que tú vendes, lo vendes diez veces, y de ti es de quien se ha dicho: Más te valiera no haber nacido.

Si no te arrepientes, que Dios cuente tus pasos en la vida del mal y que no olvide ninguno; que acumule sobre tu cabeza la carga y las manchas de los pecados que haces cometer, y de todos los que hayas podido remitir.

Que todas las bendiciones que has recibido y de que reniegas se vuelvan contra ti; que caigan sobre ti y te anonaden, como un sacramentado Satanás. Ogizo Gidong Job nomnou Que la unción sagrada te queme; queme tus manos tendidas para recibir los presentes del impío, que queme tu frente, en la que debía irradiar la luz del Evangelio, y que ha concebido malvados pensamientos.

(El Pensamiento Español). 


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Félix Sardá y Salvany

EL CLÉRIGO APÓSTATA ES EL PRIMER FACTOR QUE BUSCA EL DIABLO

El clérigo apóstata es el primer factor que busca el diablo para esta su obra de rebelión. Necesita presentarla en algún modo autorizada a los ojos de los incautos, y para eso nada le sirve tanto como el refrendo de algún ministro de la Iglesia. Y como, por desgracia, nunca faltan en ella clérigos corrompidos en sus costumbres, camino el mas común de la herejía ; ó ciegos de soberbia, causa también muy usual de todo error; de ahí que nunca le han faltado a éste apóstoles y fautores eclesiásticos, cualquiera que haya sido la forma con que se ha presentado en la sociedad cristiana.

Judas, que empezó en el propio apostolado a murmurar y a sembrar recelos contra el Salvador, y acabó por venderle a sus enemigos, es el primer tipo del sacerdote apóstata y sembrador de cizaña entre sus hermanos; y Judas, adviértase, fue uno de los doce primeros sacerdotes ordenados por. el mismo Redentor.

La secta de los Nicolaítas tomó origen del diacono Nicolao, uno de los siete primeros diáconos ordenados por los Apóstoles para el servicio de la Iglesia, y compañero de san Esteban, protomártir.

Paulo de Samosata, gran heresiarca del siglo III, Era obispo de Antioquia.

De los Novacianos que tanto perturbaron con su cisma a la Iglesia universal, fue padre y autor el presbítero de Roma Novaciano.

Melecio, obispo de la Tebaida, fue autor y jefe del cisma de los Melecianos.

Tertuliano, asimismo sacerdote y elocuente apologista, cae y muere en la herejía de los Montañistas.

Entre los Priscilíanistas españoles, que tanto escandalo causaron en nuestra patria en el siglo IV, figuran los nombres de Instancio y Salviano, dos obispos, a quienes desenmascaró y combatió Híginio; fueron condenados en un concilio reunido en Zaragoza.

El principal heresiarca que ha tenido tal vez la Iglesia fue Arrio, autor del Arrianismo, que llegó a arrastrar en pos de si tantos reinos como el Luteranismo de hoy. Arrio fue un sacerdote de Alejandría, despechado por no haber alcanzado la dignidad episcopal. Y clero arriano lo hubo en esta secta, hasta el punto de que gran parte del mundo no tuvo otros obispos ni sacerdotes durante mucho tiempo.

Nestorio, otro de los famosísimos herejes de los primeros siglos, fue monje, sacerdote, obispo de Constantinopla y gran predicador. De él procedió el Nestorianismo.

Eutiques, autor del Eutíquianismo, era presbítero y abad de un monasterio de Constantinopla.

Vigilando, el hereje tabernero tan donosamente satirizado por san Jerónimo, había sido ordenado sacerdote en Barcelona.

Pelagio, autor del Pelagianismo, que fue objeto de casi todas las polémicas de san Agustín, era monje, adoctrinado en sus errores sobre la gracia por Teodoro, obispo de Mopsuesta.

El gran cisma de los Donatistas llegó a contar gran número de clérigos y obispos.

De éstos dice un moderno historiador (Amat, Hist» de la Igles. de J. C): «Todos imitaron luego la altivez de su jefe Donato, y poseídos de una especie de fanatismo de amor propio, no hubo evidencia, ni obsequio, ni amenaza que pudiese apartarlos de su dictamen. Los obispos se creían infalibles é impecables; los particulares con estas ideas se imaginaban seguros siguiendo a sus obispos, aun contra la evidencia.»

De los herejes Monotelitas fue padre y doctor Sergio, patriarca de Constantinopla,

De los herejes Adopcianos, Félix, obispo de Urgel.

En la secta Iconoclasta cayeron Constantino, obispo de Natolia ; Tomas, obispo de Glaudiópolis, y otros prelados, a los cuales combatió san German, patriarca de Constantinopla.

Del gran cisma de Oriente no hay que decir quiénes fueron los autores, pues sabido es lo fueron Focío, patriarca de Constantinopla, y sus obispos sufraganeos.

Berengario, el perverso impugnador de la sagrada Eucaristía, fué arcediano de la catedral de Angers.

Vicleff, uno de los precursores de Lutero, era párroco de Inglaterra; Juan Huss, su compañero de herejía, era también párroco de Bohemia. Fueron ambos ajusticiados como jefes de los Viclefitas y Husitas.

De Lutero sólo necesitamos recordar que fue monje agustino de Witemberg.

Zuinglio era párroco de Zurich.

De Jansenio, autor del maldito Jansenismo ¿Quién no sabe que era obispo de Iprés?

El cisma anglicano, promovido por la lujuria de Enrique VIII, fué principalmente apoyado por su favorito el arzobispo Crammer.

En la revolución francesa, los mas graves escándalos en la Iglesia de Dios los dieron los curas y obispos revolucionarios. Horror y espanto causan las apostasías que afligieron a los buenos en aquellos tristísimos tiempos. La Asamblea francesa presenció

con este motivo escenas que puede leer el curioso en Henrion ó en cualquier otro historiador.

Lo mismo sucedió después en Italia. Conocidas son las apostasías públicas de Giobertí y Fr. Pantaleone, de Passaglia, del cardenal Andrea.

En España hubo clérigos en los clubs de la primera época constitucional, clérigos en los incendios de los conventos, clérigos impíos en las Cortes, clérigos en las barricadas, clérigos en los primeros introductores del protestantismo después de 4869. Obispos jansenistas los hubo en abundancia en el reinado de Garlos III.

Varios de éstos pidieron y muchos aplaudieron en sendas pastorales la inicua expulsión de la Compañía de Jesús. Hoy mismo en varias diócesis españolas son conocidos públicamente algunos clérigos apóstatas, y casados inmediatamente, como es lógico y natural.


Conste, pues, que desde Judas hasta el exPadre Jacinto, la raza de los ministros de la Iglesia traidores a su Jefe y vendidos a la herejía, se sucede sin interrupción. Que al lado y enfrente de la tradición de la verdad, hay también en la sociedad cristiana la tradición del error ; en contraste con la sucesión apostólica de los ministros buenos, tiene el infierno la sucesión diabólica de los ministros pervertidos. Lo cual no debe escandalizar a nadie. Recuérdese a propósito de esto la sentencia del Apóstol, que no se olvidó de prevenirnos : Es preciso que haya herejías, para que se manifieste quiénes son entre vosotros los verdaderamente probados.

Félix Sardá y Salvany

1887

El liberalismo es pecado: Cuestiones candentes

Páginas 114 117


Audio:

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