Condenado a la prueba de la cruz, por un pensamiento de profunda humildad y también por una misteriosa inspiración, pidió ser crucificado con la cabeza gacha. En esta postura del Apóstol, había que re conocer que él era la primera y principal piedra, encajada, unida, soldada, inmediatamente superpuesta a la piedra angular, que es Cristo, para soportar con inquebrantable solidez todo el peso del edificio de la Iglesia. Así debe ligar a esta cabeza suprema el resto de su cuerpo místico, que crecerá y se desarrollará hasta la consumación de los tiempos; y cuando en el último día el Príncipe visible de la Iglesia levante su frente de las profundidades de la catacumba que ha recibido su carne mortal, con él ascenderán al cielo todos los miembros de Jesucristo, unidos a esta cabeza por nervios y lazos que nada puede romper. Como el Hijo de Dios, Pedro muere orando y perdonando, y con su muerte funda la Augusta Sede en la que la verdad siempre tiene apóstoles, la debilidad siempre patronos, la justicia siempre vengadores o mártires.
1 S. Léon IX, Ad Michael, imperat. C. P., epist. c.