26 de Mayo del Año del Señor
SAN FELIPE NERI,
Confesor
Hazte ejemplo y modelo de los fieles,
en el hablar, en la manera de obrar con el prójimo,
en la caridad, en la fe, en la castidad.
(1 Timoteo, 4, 12).
La perfecta caridad que caracteriza a los verdaderos servidores de Dios, ha hecho de este santo una de las más brillantes luminarias de la Iglesia. Su celo por la gloria de Dios y por la salvación del prójimo lo movió a fundar la congregación de los Padres del Oratorio, de la que fue el primer superior general. Tan abundantes eran los consuelos que recibía del cielo, que le hacían exclamar: Señor, basta; moriré de dicha si no moderas mi gozo. Murió en 1595, a la edad de 80 años.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis elevado al bienaventurado Felipe, vuestro confesor, a la gloria de vuestros san tos, haced, por vuestra bondad, que celebrando su fiesta con alegría, aprovechemos el ejemplo de sus virtudes. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN
SOBRE TRES VIRTUDES
DE SAN FELIPE NERI
I. Es admirable el amor que este santo profesaba a Dios; a la edad de veintitrés años abandona sus libros para dedicar todo su tiempo a la oración: abundantes lágrimas derramaba al celebrar la misa; incesantemente su corazón ardía en actos de amor a Dios. ¿Por qué señales conocerías tú el amor que tienes a Dios? ¿Acaso en tus frecuentes coloquios con Él? Amable Jesús, tanto nos gusta conversar con nuestros amigos, ¿de dónde proviene que tan rápido nos aburramos conversando contigo en la oración? ¡Oh Dios amabilísimo!, exclamaba nuestro Santo, nos mandáis que os amemos: ¿por qué, pues, nos dais un solo corazón, y tan estrecho?
II. Su austeridad era prodigiosa, sus ayunos casi continuos; trabajaba todo el día y pasaba la noche en oración. Practiquemos las mortificaciones que importa el estado en el que Dios nos ha puesto. Suframos, primeramente, con paciencia, aquello que no podemos evitar; además, mortifiquémonos nosotros mismos, pero ocultamente, no sea que las alabanzas de los hombres vengan a ser la única recompensa.
III. San Felipe ha reunido en su persona el celo de la vida activa con la dulzura de la vida contemplativa. En todo tiempo mantenías e unido a Dios, y no cesaba de aliviar las necesidades corporales y espirituales del prójimo. Convertía a los pecadores con sus conversaciones y predicaciones. ¿De dónde procede que nada hagas tú por Dios? Es que no lo amas. El amor de Dios nunca está ocioso; donde esté, hace grandes cosas; el amor que no obra no es verdadero amor. (San Gregorio).
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. - Tomo I, Patron Saints Index.