Francisco Franco Bahamonde
Católico, Caudillo y Jefe de Estado de España
Católico, Caudillo y Jefe de Estado de España
Consagración a la Eucaristía leída por el Jefe del Estado,
Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde,
en el Congreso Eucarístico Internacional de 1952
Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde,
en el Congreso Eucarístico Internacional de 1952
«Señor y Dios mío: Con la humildad que corresponde a todo buen cristiano, me acerco a las gradas de la Sagrada Eucaristía a proclamar la fe católica, apostólica, romana de la nación española; su amor a Jesús Sacramentado y al insigne Pastor, Su Santidad Pío XII, cuya vida prolongue Dios para bien de su santa Iglesia. La historia de nuestra nación está inseparablemente unida a la historia de la Iglesia católica. Sus glorias son nuestras glorias y sus enemigos nuestros enemigos. Antes de que en Trento, con la unidad moral del género humano se proclamase a la cristiandad el decreto definitorio sobre la transustanciación eucarística, su misterio vivía en el corazón de los españoles, y hechos portentosos, fruto de la predilección divina, estimulaban la devoción al divino misterio, al Sacramento del Amor. Que ha sido así lo acusa esa maravillosa exposición de arte eucarístico que España ofrece a la contemplación del mundo en este Congreso, en la que no se sabe qué admirar más: si la riqueza y el arte desplegados para el servicio y la honra de Dios o la devoción de un pueblo que hizo posible tanto prodigio. El espíritu de servicio a la causa de la fe católica que venimos a proclamar no es un mero enunciado: le precede una legión. innumerable de mártires y de soldados caídos por esta fe en reciente cruzada. No somos belicosos, Señor, por amaros. Los españoles aman la paz y unen sus preces a las de nuestro santo Pontífice y de toda la catolicidad en esta hora; mas si llegase el día de la prueba, España, sin ninguna duda, volvería a estar en la vanguardia de vuestros servicios.
Recibid, Señor, esta humilde reiteración de fe y gratitud que, desde lo más profundo de sus corazones, conmigo los españoles os ofrecen, y derramad sobre los pueblos que sufren tribulación la protección y bienes que en hora similar derramásteis sobre nuestra Patria, y para nós, Señor, iluminad nuestra inteligencia para mejor serviros.
Decid, eminentísimo señor, a nuestro Padre Santo cuál es el fervor de estos hijos de la Iglesia y su voluntad de servicio y sacrificio bajo la égida de la nueva España».