El Espíritu Santo cuya verdad reparte y distribuye á la Iglesia, cuidando, con su constante auxilio y presencia, que jamás esté expuesta a error, y que la semilla de la divina doctrina pueda desarrollarse en ella en todo tiempo y ser fructuosa para la salud de los pueblos. Y puesto que la salud de los pueblos, para la que ha nacido la Iglesia, pide que este oficio se prosiga perpetuamente, recibe en consecuencia del Espíritu Santo una perenne vida y virtud que conserva y aumenta la Iglesia: Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito
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