23 de Mayo del Año del Señor
APARICIÓN DE
SANTIAGO APÓSTOL
Entre los innumerables y señalados beneficios que ha recibido España de su bienaventurado apóstol y defensor Santiago, es digno de eterna recordación y agradecimiento el que alcanzó en Clavijo. Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Rainiro, que había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros y librar a nuestra patria de aquella tan dura servidumbre. Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez al encuentro de los cristianos. Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro re tirar sus tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos. El rey, oprimido de tristeza y de cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños se le apareció un varón celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: "soy, respondió, Santiago Apóstol, a quien ha con fiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus enemigos". Despertó el rey con esta visión y dio cuentas de ella a los obispos que seguían su campo y a los capitanes del ejército; y al amanecer, dada la señal del combate, bajaron las huestes españolas del monte; y como bravos leones se arrojaron sobre los bárbaros, invocando el nombre de Santiago. Asombráronse los sarracenos al ver el ímpetu y valor con que los acometían unos enemigos a quienes contaban por vencidos, y creció más su confusión con los favores que nos vinieron del cielo. Porque Santiago, cumpliendo la palabra que había dado al rey, se dejó ver en el aire, cercado de una luz resplandeciente, que a los cristianos infundía grande confianza y fortaleza, y a los moros terror y espanto. Venía el santo Apóstol montado en un blanco corcel en una mano traía un estandarte blanco en medio del cual campeaba una cruz roja, y con la otra mano blandía una espada fulminante que parecía un rayo. Capitaneando así nuestra gente se alcanzó la más ilustre victoria. Unos setenta mil sarracenos cayeron muertos en el campo, quedando humillada desde aquel día la soberbia de los moros, y España libre del ignominioso tributo.
REFLEXIÓN
Desde este tiempo comenzaron los soldados españoles a invocar en las guerras al glorioso apóstol como a su valeroso y singular defensor, lo cual hacen en todas las batallas, y la señal para acometer y cerrar con el enemigo, hecha oración y la señal de la cruz, es invocar al santo y decir: "¡Santiago, cierra España!" Y por este singular patrocinio del santo apóstol han tenido felicísimas sucesos y acabado cosas tan extrañas y heroicas que humanamente no parece que se podían hacer. Invoquemos también nosotros al santo para que nos defienda de nuestros enemigos visibles e in visibles y especialmente de los demonios y hombres diabólicos que causan la perdición temporal y eterna de los hombres.
MEDITACIÓN SOBRE
LAS TRES PRUEBAS DE LA
INMORTALIDAD DE NUESTRA ALMA
I. Existe Dios, y este Dios es infinitamente justo; es menester, pues, que recompense la virtud y que castigue el crimen; ahora bien, sucede a menudo en este mundo que la impiedad es dichosa y la virtud perseguida: es menester pues que el alma sea inmortal y que Dios recompense y castigue en la otra vida. Que me maltraten los impíos, que me enlode la calumnia, poco importa: Dios sabrá hacerme justicia. Suframos, alma mía, suframos sin pena, y no envidiemos la prosperidad de los malvados: la eternidad es lo bastante larga como para cargarlos de oprobios y para colmamos de gloria.
II. Todos los bienes de aquí abajo no son capaces de colmar los deseos del corazón humano. Cuanto más posee, más desea: es preciso, pues, que no haya sido creado para estos bienes, puesto que no podrían hacerlo feliz. Además, nuestro espíritu nunca está satisfecho de sus conocimientos: cuanto más aprendemos, más deseamos aprender; cuanto más conocemos a Dios, más lo amamos, más deseamos conocerlo y amarlo. Nos habéis hecho para Vos, oh Dios mío, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Vos. (San Agustín).
III. Por más dichosos que seamos, suspiramos siempre tras los bienes por venir. ¿Cuál es el hombre que con verdad puede decir: Una vez en mi vida he estado plenamente satisfecho, y mi corazón no ha deseado nada más? Alma mía, esta inquietud y este impulso hacia lo por venir, ¿no te dicen que debes des preciar todo lo que posees y lo que ves para elevarte hacia ese bien que los bienaventurados ven y desean ver siempre, que poseen sin inquietud, y del cual se sacian sin hastío? (San Agustín).
ORACIÓN
Omnipotente Dios, mirad nuestra flaqueza, ved cómo nos agobia el peso de nuestros pecados, y fortificadnos por la gloriosa intercesión de vuestro Apóstol Santiago.Por J. C. N. S. Amén.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. - Tomo I, Patron Saints Index.