Estableceremos algunos puntos de doctrina que rogamos al lector no pierda nunca de vista siempre que se trate de esta grave e importante materia.
1. Es falso que el dogma católico condene a ningún inocente, por ningún título, por ningún motivo, bajo ningún pretexto. Rechazamos como una calumnia lo que nos achacan nuestros enemigos, de que adoramos a un Dios injusto y cruel. La justicia y la misericordia son atributos que reconocemos como inseparables de la idea de Dios, y que están manifestados de una manera sublime en el augusto misterio de nuestra redención, donde un Dios con infinita misericordia muere para salvarnos, satisfaciendo con su muerte a la infinita justicia.
2. Los infieles que no han tenido conocimiento de la Religión católica no se condenarán por el mero hecho de no haberla profesado. Si cometen pecados graves, por esto sufrirán el infierno, no por la falta de una fe cuya existencia no hayan conocido.
3. La infidelidad voluntaria es un pecado gravísimo, pero está sujeto a las mismas condiciones generales de todos los demás, es decir, que no existe sin conocimiento, deliberación y consentimiento.
4. La fe católica no determina a punto fijo ni cuándo llega para este o aquel individuo el uso de razón necesario para cometer el pecado de infidelidad, ni señala con precisión cuáles son las circunstancias en que el individuo ha de encontrarse para que pueda decirse que ha llegado el caso de hacerse reo del mismo. Éstas son cuestiones de moral práctica, ajenas al dogma y susceptibles de varias modificaciones por la misma variedad de las cosas.
5. De lo dicho se infiere que el dogma católico bien mirado enseña una doctrina que ningún hombre razonable puede desechar. No condena la infidelidad sino cuando es voluntaria y, por consiguiente, culpable; es decir, que no aplica a este punto otro principio que el que tiene establecido en general, a saber, la responsabilidad que el hombre por sus actos libres tiene a los ojos de Dios.
6. Cuando no exista culpa en la infidelidad, por ser involuntaria, cuando, por otra parte, el infiel no se haya hecho reo de pecado grave a los ojos de Dios, entonces la fe católica no dice que el infiel será entregado a las penas del infierno. De qué manera obrará Dios en semejante caso permite que los teólogos lo conjeturen, pero ella se abstiene de decirlo.
Meditad sobre esta doctrina, y ved si algo se encuentra en ella que no pueda sufrir el examen de la sana razón.