VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

PEDRO, PASTOR DE TODOS Y FUNDAMENTO, DE QUIEN NADIE DEBE DISTANCIARSE


«Por tanto, ocúpate, Venerable Hermano; seguid los preceptos y ejemplos de vuestros predecesores, que hablaron palabras de vida; analizando el objetivo de su discurso, imitar su fe. Cristo es el mismo AYER, HOY Y EN LOS SIGLOS VENIDEROS; NADIE PODRÁ ERRADICAR LO QUE ÉL PUSO COMO FUNDAMENTO DE LA IGLESIA, así como nadie que quiera PERMANECER en el rebaño del Señor podrá JAMÁS DISTANCIARSE DE AQUEL A QUIEN ÉL NOMBRÓ PASTOR DE TODOS.»

— SU SANTIDAD PÍO IX, Quæ In Patriarcatu.

COMENTARIO: Una de las notas más características del modernismo es la herética pretensión de la acomodación de los dogmas a las necesidades de los tiempos. De tan nefasta premisa resulta la evolución, la irreversión o la derogación doctrinal, volviendo estéril, voluble y prescindible aquello que contrariamente es incólume, eterno y de absoluta necesidad, la fe católica y divina.

Cabe recordar que la «solemne» apertura del conciliábulo del Vaticano II tiene como base la aplicación de la proposición antes expuesta, hasta el punto de verse plasmada a lo largo y ancho de sus dieciséis (16) documentos, sumado a los efectos que a la fecha están en pleno desarrollo.

Párrafo aparte y sin justificar la inmundicia conciliar, lo que más sorprende es la alevosa duplicidad de lefebvristas y thucistas, que remarcando este pérfido comportamiento que tienen los conciliares para con la significancia perpetua de los puntos doctrinales, ellos mismos caen estrepitosamente en el mismo error teológico en que se arraiga el cuerpo conciliar, tornándose sus llamamientos contrarios a su accionar, resaltando su resistencia heterodoxa, al caer en la misma falta en que incurren conciliares. Si el dogma no cambia —Singulari Quidem— y se mantiene intacto en su sentido perpetuo, lo mismo sucede con aquellos dogmas que, thucistas y lefebvristas, aseveran han perdido su razón de ser en virtud de la necesidad del siglo, como ser la total adhesión a estos —Ad Beatissimi Apostolorum, Codex Iuris Canonici— sin despreciar a aquellos puntos que, por su rechazo, recaen sobres sus cabezas por no reconocer en el Pastor de todos, el Romano Pontífice, las promesas divinas de indefectibilidad, invencibilidad e infalibilidad en lo dictado; en su carácter de Piedra, Fundamento y Única Fuente del Episcopado (junto con su jurisdicción) y del Sacerdocio —Satis Cognitum, Amantissimus, Ad Apostolorum Principis, In Requirendis—, y en la tan desnaturalizada (por estos) PRIMACÍA PERPETUA O PERPETUIDAD DE SU PRIMADO constituida por su actividad doctrinal y DISCIPLINAR, ambas a ser observadas con VERDERA OBEDIENCIA —Pastor Æternus—

El día que thucistas y lefebristas sean coherentes con sus reclamos entre ellos y frente a los conciliares, se darán con que su «clero» nunca tuvo tal carácter —Vacantis Apostolicæ Sedis— y abrazarán por fin la imperecedera fe católica y divina.

Por José Augusto Ceccarelli

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