Mons. Gaume
¿El miedo al Papa es peligroso?
I.
De estos hechos innegables se desprende:
1° que el miedo más grande que existe es el miedo al Papa;
2° que de todos los engaños satánicos, el más peligroso, el más absurdo, es el miedo al Papa.
El más peligroso; ya que lleva al mundo a la muerte, dándole la espalda a la vida, y que dicho miedo acusa la mala influencia del diablo en el mundo de hoy: vamos a demostrarlo.
II.
Está escrito que cuando los primeros rayos de la luz evangélica descendieron de las colinas eternas del mundo antiguo, el vasto imperio de Satanás, un largo estremecimiento recorrió las naciones. Todos los hombres insensatos estaban profundamente preocupados. Los reyes y príncipes tomaron las armas y formaron una liga universal, contra el Señor y contra su Cristo (Sal LXXV, 5; Sal II, 2).
Después de dieciocho siglos de cristianismo, el mundo actual presenta el mismo espectáculo. Problemas, temblores, línea general de gobiernos y pueblos contra el Papa: no falta nada en el panorama. Esta es una prueba indiscutible de que, en su generalidad, el mundo de hoy ha vuelto a convertirse o está volviendo a convertirse en el reino del demonio. ¿Cómo volvió a serlo? Lo hemos dicho demasiadas veces para repetirlo aquí: a través de la enseñanza.
Sólo esta situación explica el miedo del Papa. Decimos el Papa, y no la Iglesia, porque el Papa es para la Iglesia lo que la cabeza es para el cuerpo. Golpearlo es golpear a la Iglesia; cortar esta cabeza es matar a la Iglesia; Derribar esta piedra es derribar la Iglesia.
La revolución sabe lo que hace. Ella es demasiado hábil para dispersar sus golpes, golpeando las extremidades inferiores. Cuanto más rápida sea su victoria, más seguro será su triunfo, si logra cortar la cabeza, traspasar el corazón y derribar la piedra sobre la que se apoya todo el edificio.
III.
Cabeza, corazón, fundamento de la Iglesia: de estas cualidades surge el temor al Papa. De hecho, el Papa no es sólo la persona tres veces venerable de Pío IX; el Papa es la palabra de Pío IX, la autoridad de Pío IX, la libertad de Pío IX, la propiedad de Pío IX, la soberanía social de Pío IX.
Como el sol no sólo está encerrado en su disco, sino que a través de los fuegos que proyecta, irradia sobre el mundo entero, embelleciéndolo, fertilizándolo y vivificándolo; así la palabra, la libertad, la autoridad, la soberanía del Papa, es decir del Papa mismo, irradia sobre toda la humanidad cristiana, la inspira con su espíritu, la ilumina con sus luces, la sostiene con su fuerza, la dirige en sus batallas, y le muestra a lo lejos los eternos laureles de sus victorias.
IV.
En verdad, no es el Papa mismo el que asusta, ni tampoco su poder temporal. ¡Ah! Si el Papa fuera un rayo de guerra, victorioso en cien batallas, un monarca poderoso, que tuviera a su mando ejércitos de cuatrocientos o quinientos mil hombres, que poseyera un territorio vasto, erizado de fortalezas, comprenderíamos el miedo que inspira.
Pero el Papa no tiene nada ni es nada de eso. Pío IX es un santo anciano de más de ochenta años, personificación viva de la bondad y gentileza de su divino Maestro; sin ejércitos, sin propiedades; prisionero en su casa; abandonado por todas las potencias de este mundo, sin tener un centímetro independiente de tierra donde descansar la cabeza, y tan despojado de todo, que se ve obligado a extender la mano para comer el pan de cada día.
Continuará...