Mons. Gaume
¿El miedo al Papa es peligroso? (Continuación)
I.
Digámoslo de paso: no sólo en el orden religioso se siente el miedo al Papa, sino también en el orden político.
A pesar de la extrema necesidad que tenemos de él, ¿por qué no queremos a Enrique V? porque se parece al Papa. En las elecciones generales o municipales, ¿cómo se hace fracasar a un candidato que por lo demás es recomendable en todos los aspectos? diciendo que es clerical: es decir, señalando detrás de él, al sacerdote; detrás del sacerdote, al obispo; detrás del obispo, al Papa.
Todo esto es tan cierto que los protestantes, aunque cristianos, ministros o no ministros, no inspiran el mismo miedo y pueden presentarse con éxito en las elecciones, sin incurrir en la marca clerical. Algo más ; desde hace varios años, las elecciones parlamentarias en los distintos Estados de Europa, en particular en Prusia, Austria, Italia y Francia, han demostrado con cifras incontestables que, salvo excepciones, cuanto más hostil hacia el Papa se presenta un candidato, cuanto mayor desprecio muestra hacia las palabras y la autoridad del Papa, más seguro estará de salir victorioso de las urnas electorales.
II.
Para justificar este odio, perfectamente lógico desde un punto de vista revolucionario, el mundo actual no teme acumular todo tipo de calumnias contra el Papa.
¿Creeríamos que vino a decir, no hace mucho, que Roma, es decir el Papa, fue la causa de la desastrosa guerra entre Francia y Prusia?
¿No publica cada día cierta prensa que son el Papa y sus seguidores los que causan problemas en Estados Unidos?
¿No lleva este odio, consciente o inconsciente, a los gobiernos a tomar las medidas más vejatorias contra los católicos, mientras cubren con su protección, alientan y sobornan a los negacionistas del Papa, a los viejos católicos y a los apóstatas? Por muy irregular que haya sido o sea la conducta de estos últimos, todos los pecados les son perdonados, porque han odiado mucho. (!)
III.
Así, bajo nuestro último imperio, se repetía constantemente que la terquedad del Papa al no querer aceptar un modus vivendi con Italia, mantuvo las cosas en vilo, provocó la caída de la bolsa y provocó la preocupación general. Precisamente ayer, para rechazar la más justa de todas las leyes, la ley sobre la libertad de enseñanza superior, un diputado revolucionario agitó ante la asamblea de Versalles el fantasma del Papa, es decir, un aumento del poder del Papa y los peligros imaginarios que serían su consecuencia.
IV.
Según los paganos modernos, el Papa es, por tanto, el autor de todos los males. Si ya no existiera, todo sería mejor en el mejor de los mundos posibles. Así hablaron sus crueles predecesores en los días de la naciente Iglesia. “Si el Tíber se desborda, si el Nilo no fecunda las praderas, si el cielo rechaza la lluvia, si la tierra tiembla, si el hambre y la peste estallan, inmediatamente el grito: Los cristianos a los leones: tanto para uno (Tértul. Apol, C, XL)!" ¿Qué prueba esta notable semejanza sino la identidad del espíritu que sopla sobre el mundo actual, como sopló sobre el mundo pagano y lo armó hasta los dientes contra el Papa y sus hijos?
V.
¿Es necesario volver a decirlo? No es la persona del Papa ni su autoridad temporal lo que asusta al mundo y lo mueve a armarse contra él (!): es su palabra soberana; esta palabra que es la única que tiene derecho a decir sin respuesta al culpable, coronado o no: Non licet.
Como esta palabra, semejante a los rayos del sol, penetra hoy en todas partes del mundo, encontrando órganos y defensores en todas partes, es ella la que asusta al turco infiel, al ruso cismático, al prusiano protestante, al inglés hereje, al italiano revolucionario, al suizo liberticida, al francés librepensador, al católico liberal, al masón conspirador, a los chinos, a los japoneses, a los indios, a todos los pueblos idólatras: es ella, sólo ella la que los hace temblar; ella, la única a la que persiguen.
Continuará...