VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

HABÍA HECHO DOS CRIATURAS CAPACES DE ENTENDER: LA ANGÉLICA Y LA HUMANA


S.S. San Gregorio el Grande
Libros morales, IV, 3, 8: BPa 42, 247-248


Dios omnipotente, así como pudo hacer de la nada cosas buenas, así también, cuando quiso, reparó los bienes perdidos gracias al misterio de la encarnación. Había hecho dos criaturas capaces de entender: la angélica y la humana, pero la soberbia abatió a ambas y las apartó del estado de rectitud congénita. Una tenía la envoltura de la carne, la otra no estaba sujeta a debilidad alguna carnal. El ángel, en efecto, es sólo espíritu, el hombre es espíritu y carne. El Creador, moviéndose a compasión, debía reconducir hacia Sí, para redimirla, a la criatura que al cometer la culpa se dejó llevar en parte de su propia debilidad, y debía rechazar al apóstata enviándolo a mayor profundidad, porque cuando escapó de su baluarte y se opuso a Dios, nada de la debilidad de la carne le afectaba. Por eso, el salmista, cuando dijo que el Redentor había tenido misericordia de los hombres, expresó también la causa de esa misericordia, diciendo: Y se acordó de que eran carne (Sal 78, 39). Como si claramente dijera: «porque vio su debilidad, no quiso castigar severamente sus culpas». Hay además otro motivo por el cual el hombre perdido debía ser redimido, y por el cual el espíritu soberbio no podía serlo: el ángel cayó por su propia maldad, el hombre, sin embargo, fue arrastrado por la maldad ajena. Por eso, como el género humano es llevado de nuevo a la luz del arrepentimiento con la venida del Redentor, mientras que el ángel apóstata no es llevado a ninguna luz de redención con esperanza de perdón ni a enmienda alguna de conversión, rectamente se dice: Que no lo busque Dios desde lo alto, que no brille en él la luz. Como si declarara abiertamente: «el mismo que trajo consigo las tinieblas aguante ahora sin fin lo que hizo, que no reciba nunca la luz de la condición originaria, porque ésta la ha perdido sin ser tentado».



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