Mons. Juan José Arbolí y Acaso
Obispo de Cádiz
Obispo de Cádiz
22 de diciembre de 1853-1 de febrero de 1863
PASTORAL DEL 23 DE NOVIEMBRE DE 1855
Ese catálogo secular de varones santos, de sabios eminentes, de legisladores prudentísimos, de genios tutelares que salvaron la Italia, que impusieron respeto a las hordas devastadoras de Atila y Genserico; que domeñaron la ferocidad de los conquistadores del Norte; que crearon las monarquías Europeas; que contuvieron el torrente de la inundación mahometana; que enfrenaron en bien de los pueblos la soberbia del feudalismo; que conservaron y alimentaron bajo las bóvedas del Santuario el fuego sagrado del saber, el cual sin la solicitud de los Papas hubiera tenido en el mundo Occidental la misma suerte que todavía tiene en el Oriente; que difundieron las letras y las ciencias por todos los ángulos de Europa, cuyas Universidades, Academias y Liceos, todas y todos fueron en su origen instituciones pontificias; esos creadores de la civilización moderna, esos conquistadores pacíficos del Continente Americano, de la Australia, de la Oceanía, de tantas otras regiones arrancadas à la barbarie natal, no por la fuerza de las armas que oprime sin convencer, sino por la enseñanza de los misioneros católicos enviados por los Papas; esos tutores natos de los pueblos cristianos, promotores infatigables de su prosperidad, no menos en el orden moral que en el civil y político; los únicos en quienes siempre encontraron protección y defensa todos los oprimidos, represión todas las injusticias, satisfacción cumplida todos los agravios, estimulo y corona todas las virtudes, sanción todos los derechos, consuelo, amparo y auxilio todas las necesidades.... la serie, decimos, de los Pontífices Romanos, cuya historia es la historia del cristianismo, y a quienes corresponde la gloria de los inmensos beneficios que la humanidad debe a la Iglesia, se os quiere hacer creer, cual si fueseis unos idiotas ignorantes de cuanto ha pasado en el mundo, que ha sido y que viene siendo, hace veinte siglos, una sucesión hereditaria de monstruos estúpidos a par que malvados, dignos del desprecio y de la execración universal de los hombres.
¿Pero es esto solamente? No por cierto: los enemigos de los Papas lo son de la Iglesia, y cabalmente porque lo son de la Iglesia la combaten en su cabeza, sin la cual saben que no puede existir el cuerpo.