VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

S.S.PÍO XII COMIENZA LA IGLESIA DE LAODICEA COMO ÉL MISMO PREDIJO, EN SU PRIMERA ENCÍCLICA


S.S.Pío XII
Summi Pontificatus
20 de octubre de 1939

¿Qué época necesitó más que la nuestra de tales bienes? ¿Qué época sufrió el tormento del vacío espiritual, de profunda indigencia interior más que la nuestra, a pesar de toda clase de progresos en el orden técnico y puramente civil ¿No se le puede, quizá, aplicar la palabra reveladora del Apocalipsis: Dices rico soy y opulento y de nada necesito y no sabes que eres mísero, y pobre, y ciego, y desnudi (Apoc., 3, 17).

[...] Tal vez (¡Dios lo quiera!) se puede esperar que esta hora de máxima indigencia cambie la manera de pensar y de sentir de muchos que, hasta ahora, con ciega confianza, avanzaban por el camino de los errores modernos, tan extendidos, sin sospechar lo insidioso e incierto del terreno que pisaban. Tal vez muchos que no entendían la importancia de la misión educadora y pastoral de la Iglesia comprenderán ahora mejor sus amonestaciones que ellos desatendieron con la falsa seguridad de tiempos pasados. Las angustias presentes son la apología más impresionante del Cristianismo, tal que no puede haber mayor. De la gigantesca vorágine de errores y movimientos anticristianos se han cosechado frutos tan amargos, que constituyen una condenación, cuya eficacia supera a toda refutación teórica.

Horas de tan penosa desilusión son frecuentemente horas de gracia; un pasar del Señor: transitus Domini: (Ex., 12, 11), en el que, a la palabra del Salvador: He aquí que estoy a la puerta y llamo (Apoc., 3, 20), se abren puertas que, de otro modo, permanecerían cerradas. Sabe Dios con qué amor de compasión, con qué santo júbilo se vuelve Nuestro corazón a los que, como efecto de tan dolorosas experiencias, sienten nacer en sí el deseo impelente y saludable de la verdad, de la justicia y de la paz de Cristo. Pero. aun para aquellos para quienes no ha sonado todavía la hora de la iluminación celeste, Nuestro corazón no conoce sino amor, y Nuestros labios no tienen sino plegarias al Padre de las luces, para que haga brillar en su ánimo, indiferente o enemigo de Cristo, un rayo de aquella luz que un día trans- formó a Saulo en Pablo, de aquella luz que ha patentizado su fuerza misteriosa precisamente en los tiempos más difíciles de la Iglesia.



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S.S.Pío XII comienza esa Iglesia de Laodicea como él mismo predijo, en su primera encíclica:

¿Qué época ha tenido mayor necesidad de estos bienes que la nuestra? ¿Qué época más que la nuestra, a pesar de los progresos de toda clase que ha producido en el orden técnico y puramente exterior, ha sufrido un vacío interior tan crecido y una indigencia espiritual tan íntima? Se le puede aplicar con exactitud la palabra aleccionadora del Apocalipsis: Dices: Rico soy y opulento y de nada necesito, y no sabes que eres mísero, miserable, pobre, ciego y desnudo (Ap 3, 17).

Estaríamos en ese periodo de la pre Parusía "Mira que estoy a la puerta y golpeo" que es justo el que viene después de la Iglesia de Laodicea la que dice Su Santidad Pío XII que fue su época, en Summi Pontificatus, todo su pontificado, esa fue su primera encíclica como Papa, evidentemente, es decir abrío su Papado diciendo que es la Iglesia de Laodicea la última época de los mil años de la Iglesia.

Por tanto el periodo de las siete Iglesias se ha acabado, pues "Así, porque eres tibio, y ni hirviente ni frío, voy a vomitarte de mi boca" y tras S.S.Pío XII no hay Papas, que es lo que dice Daniel 8, 11-12 por los pecados, llegará el Anticristo y la Verdad será echada por tierra, etc.

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Mons. Johannes Straubinger

La primera Encíclica de S. S. Pío XII [Summi Pontificátus, N. del E.] nos confirma en los conceptos que dejamos expuestos. Empieza el Papa recordando el 40.º aniversario de la consagración del género humano al Corazón de Cristo por S. S. León XIII, y declara que quiere «hacer del culto al Rey de los Reyes y Señor de los señores (Apoc. XIX, 6), como la plegaria del introito de este Nuestro Pontificado». Hace luego una manifestación, verdaderamente trascendental con las palabras siguientes: «¿No se le puede quizás aplicar (a nuestra época) la palabra reveladora del Apocalipsis: “Dices ‘rico soy y opulento y de nada necesito’; y no sabes que eres mísero y miserable y pobre y ciego y desnudo”?» (Apoc. III, 17).

Además de estas referencias al Apocalipsis, el Sumo Pontífice expresa su creencia de que estamos «al comienzo de los dolores anunciados por Jesús en el discurso escatológico» (Mt. XXIV, 8). Tan vehemente llamado del Papa ha de despertar las conciencias cristianas «para comprender que la Parusía, o segunda venida de Cristo, es verdaderamente el alfa y omega, el comienzo y el fin, la primera y la última palabra de la predicación de Jesús, que es su llave, su desenvolvimiento, su explicación, su razón de ser, su sanción; que es, en fin, el acontecimiento supremo al cual se refiere todo lo demás y sin el cual todo lo se derrumba y desaparece» (Cardenal Billot, La Parousie, 9).

Mons. JUAN STRAUBINGER BAUMANN, Espiritualidad bíblica. Buenos Aires, Plantín, 1949, págs. 183-188.

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S.S.Pío XII
3 de Abril 1957

Es necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite; con una verdadera resurrección, que no admita ya ningún dominio de la muerte: «Surrexit Dominus vere» (Luc. 24, 34), «mors illi ultra non dominabitur» (Rom. 6, 9).
Jesús debe destruir en los individuos la noche de la culpa mortal con el alba de la gracia recobrada.
En las familias, a la noche de la indiferencia y de la frialdad debe suceder el sol del
amor.
En los campos de trabajo, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de la incomprensión y del odio, la noche debe iluminarse como el día, «nox sicut dies illuminabitur»; y cesará la lucha, brillará la paz.
¡ Ven, Señor, Jesús!
La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel, oh Señor, y haz que nuestra noche se ilumine como el día.
¡Cuántos corazones, oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú sólo vivirás y reinarás en los corazones! ¡Ven, oh Señor, Jesús!
¡Hay tantos indicios de que Tu vuelta no está lejana!
¡Oh María, que lo viste resucitado; María, a quien el primer aparecer de Jesús quitó la angustia inenarrable causada por la noche de la pasión; María, te ofrecemos las primicias de este día. Para ti, Esposa del divino Espíritu, Nuestro corazón y Nuestra esperanza. ¡Así sea!



L,Osservatore Romano 3/4/1957

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S.S. León XIII
18 de mayo de 1890

"Ubi sedes beatissimi Petri et Cathedra veritatis ad lucem gentium constituta est, ibi thronum posuerunt abominationis et impietatis suae; ut percusso Pastore, et gregem disperdere valeant."

"En el mismo Lugar Santo, donde ha sido erigida la Sede del Santísimo Pedro y la Cátedra de la Verdad para luz del mundo, han levantado el trono de su abominable impiedad, con el inicuo designio de que, herido el Pastor, las ovejas se dispersen."

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Acta Sanctae Sedis  1890 - 1891: Vol 23



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S.S. San Pío X
E Supremi Apostolatus
4 de octubre de 1903

Quien considere todas estas cosas, puede, con razón, temer que esta perversidad de los espíritus sea como un anticipo y comienzo de los males que estaban reservados para el fin de los tiempos, o que ya se encuentra en este mundo el hijo de perdición del que nos habla el Apóstol.

(Cuando San Pío X escribió estas ominosas líneas en 1903, Giovanni Battista Montini,
el futuro Falso Papa Pablo VI, tenía seis años.)

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S.S. Pío XI
Miserentissimus Redemptor 
8 de mayo de 1928


Cuánta sea, especialmente en nuestros tiempos, la necesidad de esta expiación y reparación, no se le ocultará a quien vea y contemple este mundo, como dijimos, «en poder del malo» (1 Jn 5,19). De todas partes sube a Nos clamor de pueblos que gimen, cuyos príncipes o rectores se congregaron y confabularon a una contra el Señor y su Iglesia (2 Pe 2,2). Por esas regiones vemos atropellados todos los derechos divinos y humanos; derribados y destruidos los templos, los religiosos y religiosas expulsados de sus casas, afligidos con ultrajes, tormentos, cárceles y hambre; multitudes de niños y niñas arrancados del seno de la Madre Iglesia, e inducidos a renegar y blasfemar de Jesucristo y a los más horrendos crímenes de la lujuria; todo el pueblo cristiano duramente amenazado y oprimido, puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima. Todo lo cual es tan triste que por estos acontecimientos parecen manifestarse «los principios de aquellos dolores» que habían de preceder «al hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora.» 

S.S. Pío XI
Caritate Christi compulsi
3 de mayo de 1932

"Si recorremos con el pensamiento la larga y dolorosa serie de males que, triste herencia del pecado, han señalado al hombre caído las etapas de su peregrinación terrenal, desde el diluvio en adelante, difícilmente nos encontraremos con un malestar espiritual y material tan profundo, tan universal, como el que sufrimos en la hora actual (…) Más ante ese odio satánico contra la religión, que recuerda el mysterium iniquitatis de que nos habla San Pablo (II Tes 2, 7), los solos medios humanos y las previsiones de los hombres no bastan…"


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S.S. Benedicto XV
Ad Beatissimi Apostolorum
1 de noviembre de 1914

Apenas Nos fue dado contemplar, de una sola mirada, desde la altura de la dignidad Apostólica, el curso de los humanos acontecimientos, al ofrecerse a Nuestros ojos la triste situación de la sociedad civil, Nos experimentamos un acerbo dolor.

Y ¿cómo podría nuestro corazón de Padre común de todos los hombres dejar de conmoverse profundamente ante el espectáculo que presenta Europa, y con ella el mundo entero, espectáculo el más atroz y luctuoso que quizá ha registrado la historia de todos los tiempos?

Parece que, en realidad, han llegado aquellos días de los que Jesucristo profetizó: Oiréis hablar de guerra y de rumores de guerra… Se levantará nación contra nación.

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