Cardenal Joseph Hergenröther
Pero ¿cómo podía decir el Concilio que había condenado a Teodosio de Faran, a Sergio y Honorio, según el juicio emitido por el Papa? Honorio, léjos de ser acusado, fué honrado por Sofronio, por Máximo y por los más famosos teólogos de su tiempo: Juan IV y sus sucesores le habían defendido, y Agathon no dijo una palabra de él, lo mismo que de Martín I. Agathon aseguraba expresamente que desde el origen de la controversia los Papas nunca habían cesado de exhortar a los Obispos de Bizancio a abstenerse de su herejía, «al menos con su silencio» - estas últimas palabras no podían aplicarse sino a Honorio y repitió en diversas ocasiones que los Papas, según la promesa de Jesucristo, nunca habían errado en materias de fe.
¿Cómo, además, colocar a Honorio entre los herejes, cuando sus cartas no contienen herejía alguna? La única cosa que puede reprendérsele, es no haber resistido de un modo adecuado y suficiente a los monotelitas, no haberse opuesto a la invasión de la herejía. haber «seguido» a Sergio.
Puede formarse una idea de la humillación que produjo en el orgullo de los griegos la condenación sucesiva de cuatro jefes eclesiásticos de la nueva Roma, por los varios esfuerzos que hizo Jorge en la décima séptima sesión para que los nombres de sus predecesores no fuesen pronunciados en los anatemas. Se le satisfizo en cierto modo colocando entre los condenados a un Obispo de la antigua Roma, Honorio, a quien los griegos, desde Pirro, no cesaban de invocar en su favor. Pero ¿por qué los legados de Roma callaban en esta circunstancia, siendo así que el papa Agathon, en su carta al Emperador, les prescribía rigurosamente no hacer adición ni cambio, y les manifestaba que la condenación de Honorio era evidentemente contraria a sus miras, que era una adición reprobada por la Iglesia de Roma, y sobre todo por el concilio de Letrán en 649?-En ninguna parte se ve que los legados hicieran resistencia; se contentaron con firmar las actas.
Acaso se creían obligados a ceder por amor a la paz, y más cuando la condenación establecía una diferencia entre los jefes del monotelismo y Honorio; este Papa era calificado simplemente de «fautor de la herejía», expresión que, en el sentido que se tomaba entonces, podía también significar «herejía», tomando esta palabra en una acepción lata. No se juzgó oportuno, según todas las apariencias, oponerse formalmente a la condenación de Honorio, porque podía hacerse valer en parte contra él los principios que sus predecesores habían invocado resueltamente contra Acacio. De cualquier modo, y sea cual fuere el sentido que los orientales hayan dado a la condenación de este Papa, renovada posteriormente, esta condenación no era admisible si no la aprobaba la Santa Sede. Ahora bien: lo único que se ha admitido es que Honorio favoreció la herejía y la dejó crecer por negligencia ó falta de penetración.
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