S.S. Pío IX
A nuestros queridos hijos el Presidente y Socios del Círculo de San Ambrosio de Milán.
Pío IX Papa.
Queridos hijos: salud y bendición apostólica.
En medio de los tiempos actuales tan dolorosos para la Iglesia es sin duda poderoso consuelo a nuestras tristezas el zelo de los católicos que, viendo las persecuciones de que es objeto la Religión y los peligros que amenazan a sus hermanos, se resuelven a profesar con mayor franqueza su fe, se dedican con más ardor a librar del riesgo a sus prójimos, se consagran con mayor abnegación a las obras de misericordia, y cifran su gloria principal en permanecer más y más adheridos a Nos y más humildemente sumisos a las enseñanzas de esta Cátedra de verdad y centro de unidad católica.
Esta actitud es el signo indudable por el que se reconocen los verdaderos hijos de la Iglesia. Por ella se obtiene la fuerza poderosísima de la unión, única con que pueden ser victoriosamente contrastados el furor, la astucia y el atrevimiento de sus enemigos. Y con razón. Porque atentamente considere el carácter de la guerra que se hace a la Iglesia verá claramente que todas las maquinaciones de sus enemigos se dirigen principalmente a destruir su constitución y a aflojar los lazos que unen al pueblo con los obispos y a los obispos con el Vicario de Jesucristo. En cuanto a este, hanle despojado de su dominio temporal, a fin de que, sometido a una potencia extranjera, quede privado de la libertad é independencia que le son necesarias para gobernar a la familia católica. A este punto dirigen todos sus esfuerzos, a fin de que herido el Pastor anden dispersas las ovejas.
No obstante, y a pesar de que los hijos del siglo son más. hábiles que los hijos de la luz, sus artificios y violencias tendrían menos eficacia y resultados , si entre los que llevan el nombre de católicos, gran número no les tendiese una mano amiga. ¡Ay! sí; no faltan quienes para seguir de acuerdo con nuestros enemigos se esfuerzan en establecer una como alianza entre la luz y las tinieblas, un pacto entre la justicia y la iniquidad por medio de esas doctrinas que se llaman católico-liberales, que apoyándose en los más perniciosos principios aplauden el poder seglar cuando invade las cosas espirituales y recomiendan a los espíritus respeto, ó por lo menos, tolerancia para con las leyes más injustas, como si no estuviese terminantemente escrito que nadie puede servir a dos señores.
Ahora bien ; los tales son mas peligrosos y funestos que los enemigos declarados, pues secundan los esfuerzos de estos últimos de un modo que pasa desapercibido, y porque conteniéndose al parecer en el límite de las opiniones formalmente condenadas, se dan cierta apariencia de honradez y de doctrina intachable , halagando así a los imprudentes amigos de conciliarlo todo y engañando a las personas verdaderamente honradas , las cuales se opondrían con firmeza a un error manifiesto y declarado. De esta suerte introducen la división en los espíritus, rasgan la unidad, debilitan las fuerzas que conviene mantener siempre muy unidas para oponerlas todas al común enemigo.
Podréis, sin embargo, evitar fácilmente sus emboscadas si traéis constantemente ante los ojos este aviso divino: Por sus frutos los conoceréis; y si observais que ellos muestran encono particular contra todo lo que significa obediencia pronta, entera y absoluta a los decretos y consejos de esta Santa Sede; que de ella hablan desdeñosamente llamándola «Corte romana;» que tachan a todas horas sus “actos de inoportunos é imprudentes; que aplican el apodo de ultramontanos y jesuitas a los más celosos y obedientes de entre sus hijos; y que, finalmente, poseídos de orgullo, tiénense por mas sábios que la Iglesia misma, a quien se ha hecho la promesa de una asistencia divina, especial y eterna,
Por lo que a vosotros toca, recordad, queridos hijos, que el romano Pontífice ocupa en la tierra el lugar de Dios, y que por consiguiente en todo lo que mira a la fe, a la moral y al gobierno de la Iglesia, puede decir con Jesucristo : Quien conmigo no recoge, esparce. Haced, pues, consistir vuestra sabiduría en profesar obediencia absoluta y libre y constante adhesión a la Silla de Pedro. Porque de esta suerte, animados de un mismo espíritu de fe, seréis perfectos en la unidad de los mismos sentimientos y de las mismas doctrinas; contribuiréis a hacer más sólida está firme unidad que es preciso oponer a los enemigos; haréis más agradable a Dios y más útiles a nuestros prójimos las obras de caridad que traéis entre manos, y proporcionaréis indecible consuelo a nuestro corazón dolorosamente apenado por los males que afligen a la Iglesia.
Por esto Nos imploramos en favor vuestro la eficacia del auxilio celestial y abundantes dones de la gracia de lo alto. Y como prenda de estas gracias y sentimientos de nuestra paternal benevolencia os enviamos, queridos hijos, del fondo de nuestro corazón la bendición apostólica.
Dado en San Pedro á los 6 de marzo de 1873, el XXVII de nuestro Pontificado
Pío IX Papa.
https://archive.org/details/la-secta-catolico-liberal_202412/page/n13/mode/2up
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