GREGORIO XVI (1831-1846)
GREGORIO CAPELLARI
Nació en Belluno, en 1765.
Perteneció a la orden de los Camaldulensos; en 1799, con su obra El triunfo de la Santa Sede y de la Iglesia contra los asaltos de los innovadores, se manifestó contrario a los liberales (y jansenistas) italianos.
En 1826 fue nombrado cardenal, y el 5 de febrero de 1831 fue llamado a suceder a Pio VIII.
Al principio de su reinado sufrió la repercusión de la revolución francesa de julio, con la insurrección de Bolonia, Pesaro, Urbino, Fano, Fossombrone, Sinigaglia y Osimo, que decretaron la abolición del poder temporal y proclamaron en Bolonia el Estatuto constitucional provisorio de las provincias italianas. Pero las armas austríacas, a las que el papa había recurrido, restablecieron prontamente el poder pontificio, si bien excitó los celos de Luis Felipe de Francia que, junto con otros gobiernos de Europa, le presentó un memorandum sobre las reformas civiles necesarias en los Estados de la Iglesia. Las proposiciones no fueron acogidas. En 1832 estallaban nuevas insurrecciones; mientras Austria las sofocaba, Francia siempre celosa, se adueñaba de Ancona, hasta que en 1835 las tropas austríacas y francesas evacuaron el territorio pontificio. Aconsejado por el cardenal Bernetti y luego por Lambruschini, secretarios de Estado, en 1936 fue mejorada la administración interna del Estado, se corrigieron abusos fiscales, fueron establecidos tribunales de comercio y se eligieron jueces seglares para los tribunales de justicia criminal.
Gregorio XVI condenó en Francia las doctrinas de Lamennais y las obras de Jorge Hermes; se preocupó por la difusión de la fe en los países protestantes y confirmó las disposiciones dadas por Pio VIII sobre los matrimonios mixtos en Alemania, añadiéndoles nuevas instrucciones. El 3 de diciembre de 1839 publicó un breve condénando la inicua trata de negros. Tuvo que luchar con España, Portugal y Prusia, por la defensa de la religión y de los derechos de la Iglesia; censuró severamente la persecución de los rusos contra los rutenos, y cuando recibió en Roma al zar Nicolás I, le habló enérgicamente sobre esta cuestión.
Reconstruyó la basílica de San Pablo extramuros, que se había incendiado bajo el pontificado de Pío VII; en Roma fundó el Jardín botánico y una Escuela de agricultura; hizo terminar los trabajos de rectificación de la corriente del Aniene, restauró el Foro romano y fundó el Museo Lateranense y Etrusco: hizo grandes obras en la desembocadura del Tiber v en el puerto de Civitavecchia.
Durante el cólera de Ancona de 1837 y el de Roma, que siguió poco después, prodigó los tesoros de su caridad y atendió al cuidado y sostenimiento de los huérfanos. Invirtió grandes sumas en reparar los daños producidos por el terremoto de Umbría en 1831.
Tampoco se debe omitir la protección que dispensó a las letras y a las artes. Mai y Mezzofanti, a quienes nombró cardenales, son una prueba de ello; a él se debe también la institución de la Universidad católica de Lovaina.
Murió octogenario, el 1 de junio de 1846.
Llevó al trono papal la austeridad de su orden Camaldulense. Los historiadores han juzgado diversamente a Gregorio XVI según sus opiniones; pero todos convienen en que éste fue un papa de santa vida y digno de haber vivido en mejores tiempos.
Con Licencia Eclesiástica 1945