Pío IX no se sorprende ni se detiene por nada. Las contradicciones y los combates le son familiares. Conoce perfectamente la época en que Dios le ha llamado gobernar; cuenta siempre con terribles y durísimas pruebas, y a sus oídos llega frecuentemente el eco de ese satánico grito que se repite en todas las partes del mundo contra su Cátedra y contra la Iglesia sobre ella fundada: Exananite, exananite usque ad fundamen tum in ea. «Arrasadla, arrasadla hasta los mismos cimientos.» Pero sabe también que el que dijo a las olas del mar: «Hasta aquí llegaréis, y de aquí no pasaréis, ha dicho con igual poder a las puertas ó potestades infernales: «No prevalecereis contra mi Iglesia.»
El pensamiento del Concilio es indudablemente de Dios, y contra Dios no hay poder.