CARTA CIRCULAR A “LOS AMIGOS DE LA CRUZ”
SAN LUIS Mª GRIGNION DE MONFORT
En la carta del 4 de octubre de 1938 los obispos de la provincia de Québec (Canadá), señalando el torrente de desenfreno (tanto en el orden moral como en lo social y económico), recomiendan también para combatirlo la práctica de la mortificación y la renovación en las almas de las virtudes evangélicas. Piden también que se inculque en los niños y se desarrolle en ellos el sentido de la mortificación cristiana que es, según el apóstol San Pablo, el signo de nuestra dependencia de Cristo: "Los que son de Cristo han crucificado la carne".
Hay pues que buscar el remedio eficaz para las calamidades actuales en una mejor comprensión de los principios del Evangelio y en una mayor fidelidad a sus máximas. Ahora bien, ninguno recuerda con más claridad ni la presenta con más libertad, ni muestra mejor la absoluta necesidad de tales principios y máximas como el Santo de Montfort en su "Carta a los Amigos de la Cruz”.
La última parte de esta "Carta" traza con prudencia consumada las reglas que nos enseñan a soportar los sufrimientos y las cruces de cada día como Dios quiere para que Él las acoja y las premie. Estas reglas SON útiles principalmente para los sacerdotes, religiosos y religiosas, quienes en virtud de su estado, de sus funciones y de su misión, deben tender a una perfección más elevada.
Penetradas de la necesidad de la cruz, estimuladas por los saludables efectos que ella produce y guiadas por las sabias reglas que da el santo en su "Carta", las almas temerán menos el esfuerzo, aceptarán mejor el renunciamiento y el sacrificio. Aun más, se dejarán guiar por las inspiraciones generosas que producirá en ellas la meditación de la palabra de Jesucristo tan admirablemente comentada por el santo de Montfort: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, que renuncie a sí mismo, tome su cruz de cada día y me siga”.
Continuará...