CARTA CIRCULAR A “LOS AMIGOS DE LA CRUZ”
SAN LUIS Mª GRIGNION DE MONFORT
Queridos cofrades, ahí tenéis los dos bandos con los que a diario nos encontramos: el de Jesucristo y el del mundo (Jn. 15, 19; 17, 14.16).
A la derecha, el de nuestro amado Salvador (Mt. 25, 33). Sube por un camino que, por la corrupción del mundo, es más estrecho y angosto que nunca. Este Maestro bueno va delante, descalzo, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo completamente ensangrentado, y cargado con una pesada Cruz. Sólo le siguen una pocas personas, si bien son las más valientes, sea porque no se oye su voz suave en medio del tumulto del mundo, o sea porque falta el valor necesario para seguirle en su pobreza, en sus dolores, en sus humillaciones y en sus otras cruces, que es preciso llevar para servirle todos los días de la vida (Lc. 9, 23).
A la izquierda (Mt. 25, 33), el bando del mundo o del demonio. Es el más numeroso, y el más espléndido y brillante, al menos en apariencia. Allí corre todo lo más selecto del mundo. Se apretujan, y eso que los caminos son anchos, y que están más ensanchados que nunca por la muchedumbre que, como un torrente, los recorre. Están sembrados de flores, llenos de placeres y juegos, cubiertos de oro y plata (7, 13-14).
A la derecha, el pequeño rebaño (Lc. 12, 32) que sigue a Jesucristo sólo sabe de lágrimas y penitencias, oraciones y desprecios del mundo. Entre sollozos, se oye una y otra vez: «suframos, lloremos, ayunemos, oremos, ocultémonos, humillémonos, empobrezcámonos, mortifiquémonos (Jn. 16, 20). Pues el que no tiene el espíritu de Jesucristo, que es un espíritu de cruz, no es de Cristo (Rom. 8, 9), ya que los que son de Jesucristo han crucificado su carne con sus concupiscencias (Gál. 5, 24). O nos configuramos como imagen viva de Jesucristo (Rom. 8, 29) o nos condenamos. ¡Animo!, gritan, ¡valor! Si Dios está por nosotros, en nosotros y delante de nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (8, 31). El que está con nosotros es más fuerte que el que está en el mundo (1Jn 4,4). No es mayor el siervo que su señor (Jn. 13, 16; 15,20). Un instante de ligera tribulación produce un peso eterno de gloria (2 Cor. 4, 17). El número de los elegidos es menor de lo que se piensa (Mt. 20, 16). Sólo los valientes y esforzados arrebatan el cielo por la fuerza (Mt. 11, 12). Nadie será coronado sino aquél que haya combatido legítimamente según el Evangelio (2 Tim. 2, 5), y no según el mundo. ¡Luchemos, pues, con todo valor!».
Éstas son algunas de las palabras divinas con las que los Amigos de la Cruz se animan mutuamente.
Los mundanos, por el contrario, para animarse a perseverar en su malicia sin escrúpulo, claman todos los días: «¡Vivir, vivir! ¡Paz, paz! ¡Alegría, alegría! ¡Comamos, bebamos, cantemos, dancemos, juguemos! Dios es bueno, Dios no nos ha creado para condenarnos. Dios no prohíbe las diversiones; no vamos a ser condenados por eso. ¡Fuera escrúpulos! ¡"No moriréis" (Gén. 3, 4)»!
Continuará...