Mientras quede un solo hombre de fe perfecta, éste se verá libre del yugo universal, y tendrá en sus manos su propio porvenir y el del mundo. El mundo no existirá más que para la santificación de este último.
Y si este último también apostatase, si dijese al Anticristo, no que tiene razón en perseguir a Dios, sino solamente que le está permitido no emplear su fuerza en hacer reinar a Dios, entonces habría pronunciado su sentencia de muerte y la del mundo. Dios retiraría de la tierra su sol, al no dar ya ésta a la verdad divina la confesión y la adoración debidas. Privado del contrapeso de la obediencia y de la oración, el blasfemo no subiría al cielo sino que perecería de inmediato. Caería por sí mismo a lo más profundo.
La Ilusión Liberal
1866
https://archive.org/details/LaIlusionLiberalLouisVeuillotV/page/n17/mode/2up
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