CAPITULO 21 - Cómo el dolor de Cristo fue gravoso: considerando la condición y la cualidad de los que lo crucificaron.
Además, el dolor de Cristo se agrava si consideramos la condición de que lo ofendieron, y la de los que lo crucificaron. De cuatro clases de personas recibe el hombre injuria con más dolor que de las otras: de hombres que dicen ser amigos; de hombres a quienes se les ha hecho un gran servicio; de hombres considerados religiosos y santos; y de hombres viles e infames. Cristo fue ofendido por estas cuatro clases de personas.
En primer lugar por hombres que aparentaban ser sus amigos, porque fue traicionado y vendido por el discípulo Judas. Fue abandonado y negado por san Pedro, que le hacía grandes promesas diciendo: “Si todos los otros se escandalizaran, yo no me escandalizaré, y estoy preparado para morir contigo”. Fue abandonado por todos los apóstoles, que antes mostraron ser sus amigos y servidores; y le fue penoso no solamente porque fue traicionado sino el modo, que fue bajo apariencia de amistad. Por eso dijo a Judas: “Con el beso me traicionaste”. Y en el Salmo se lamenta de él diciendo: “Si aquél que siempre se mostraba enemigo me hubiese maldecido, habría tenido paz y soportado menos penosamente; pero soy traicionado por ti, hombre, que te mostraste amigo y compañero, y que comiste en mi mesa”. Y por eso me es más gravoso.
Además, se agrava este dolor pensando que recibió maltrato de hombres a los que había servido y hecho muchos beneficios, no solamente por predicar la verdad e iluminarla, sino por sanar a los enfermos, resucitar a los muertos, sanar a los tullidos, iluminar a los ciegos, y haciendo muchos otros milagros para su utilidad; ellos, siendo alimentados por Él en el monte cuando multiplicó el pan y el pescado, quisieron hacerlo Rey, y luego súbitamente se volvieron contra de Él, y todos juntos gritaban al unísono: “¡muera! ¡muera!, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.
Además, fue más penoso este dolor, porque entre esta multitud estaban los principales, es decir los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, que eran hombres doctos y religiosos, y que debían tener discernimiento y calmar al pueblo. Porque cuando el hombre soporta injuria de algún hombre considerado malvado y desalmado, siente alguna consolación en esto, pues considera que mucha gente le tiene compasión y piensa que se le ha hecho injuria; pero cuando el hombre recibe ofensa de un hombre religioso y sabio, de buena fama, la gente común no puede creer que se le haya hecho una sinrazón ni injusticia; antes bien, creen que Él haya sido condenado justamente, es decir por un hombre justo. Y sin embargo el dolor es más gravoso puesto que es con más vergüenza e infamia, y nadie le tiene compasión. Por eso el dolor de Cristo fue sumamente gravoso: porque fue acusado y condenado por hombres de los cuales la gente común tenía buena opinión y los tenían por maestros y jueces, es decir de los príncipes y fariseos: de modo que ninguno podía creer que a Cristo le fuese hecha injusticia, ya que los maestros de la ley lo acusaban por impostor.
Además el dolor de Cristo se agrava por otro motivo, en cuanto que los que lo escarnecían y crucificaron fueron hombres de gran vileza y perfidia, como lo son los esbirros y los soldados que estaban con Pilato, y los peones de los Príncipes y de los sacerdotes, quienes por deseo de complacer a sus señores, como hombres pérfidos que eran, le hacían a Cristo muchos escarnios y muchas cosas crueles y viles. Por eso uno de los ministros, cuando el pontífice Anás le preguntó a Cristo sobre su doctrina, porque respondió: “Yo he predicado abiertamente, pregúntale a aquellos que la han oído”, le dio una fuerte cachetada y le dijo: “¿Así respondes Tú a nuestros pontífices?”.
Y vemos que tanto mayor es la injuria cuanto es hecha por personas viles, y especialmente cuando la persona que la recibe es honorable y de gran dignidad. Y por eso el dolor de Cristo en este sentido fue sumamente gravoso: porque fue engañado, recibió escupitajos, golpeado y maltratado por soldados canallas y hombres muy viles. En resumen, podemos decir que así como Cristo vino a morir por todo el género humano, así para crucificarlo y atormentarlo pareciera que se reunieron toda clase de personas, es decir judíos y gentiles, señores y vasallos, religiosos y laicos, maestros y discípulos, grandes y pequeños, hombres y mujeres, nobles y villanos, ricos y pobres, y de toda condición y estado. Y puesto que Cristo vino para hacer el bien a todos, de la misma manera recibió mal de todos.
Para agravar el dolor de Cristo sucedió también que el domingo anterior lo habían honrado mucho y lo recibieron con palmas y con ramos de olivos, con cantos y con gran procesión; e inmediatamente cambiaron a lo contrario. Y los que anteriormente lo habían llevado a Jerusalén montado sobre el asno, cantando y gritando: “Bendito es el que viene en nombre de Dios”, luego el viernes lo echaron fuera de Jerusalén con la cruz sobre el hombro, gritando: “¡Muera!, ¡Muera!. Crucifícalo!, crucifícalo!”. Y fue mucho mayor el gentío que lo echó de Jerusalén que el que lo recibió. Y así como el domingo lo recibieron con ramos de olivo en las manos, del mismo modo el viernes lo golpearon con varas y otros azotes. Y así como el domingo se quitaron el manto en honor de Cristo, extendiéndolos sobre el camino, del mismo modo el viernes le quitaron sus vestimentas, y lo dejaron desnudo en la cruz. He aquí cómo el inmediato cambio de honor a deshonor agrava el dolor de Cristo.
Continuará...