16 de septiembre del Año del Señor
SAN CORNELIO,
SAN CORNELIO,
Papa y Mártir
Es preciso pasar por muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios.
(Hechos de los Apóstoles, 14, 21).
San Cornelio, presbítero de Roma, después de haber administrado los asuntos de la Santa Sede durante la vacancia que siguió a la muerte de San Fabiano, fue elegido para sucederle. Luchó contra el hereje Novaciano. Desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir murió en junio del año 253.
SAN CIPRIANO,
Obispo y Mártir
San Cipriano desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretada una violenta persecución contra los cristianos.
Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pro-cónsul Máximo ordenó su regreso para que compareciera ante él. Trató de obligarlo a desistir de su fe, pero el Obispo se mantuvo firme, por lo que fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258. Cuando se le avisó que había sido condenado a muerte, respondió: "¡Alabado sea Dios!" y dio 25 monedas de oro al verdugo que debía cortarle la cabeza.
ORACIÓN
Haced, os lo rogamos, Señor, que la solemnidad de los bienaventurados mártires y pontífices santos Cornelio y Cipriano nos haga experimentar los efectos de su protección, y que su gloriosa intercesión nos haga agradables ante vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE
TRES PENSAMIENTOS DE SAN CIPRIANO
I. ¿No es acaso gran locura, dice este gran santo, amar esta vida en la que tanto se sufre, y huir de la muerte que debe libramos de todos nuestros males? Cristiano, tú crees en el paraíso; ¿Por qué, pues, te adhieres a esta vida que te mantiene alejado de él? ¿Por qué temes la muerte que pone fin a tus penas y da comienzo a tu felicidad? ¿Si tuvieses fe viva, tendrías acaso estos sentimientos? ¡Qué locura es amar las aflicciones, las penas y las lágrimas del mundo, y no tender hacia una felicidad que no puede sernos arrebatada! (San Cipriano).
II. ¿Por qué amas el mundo con sus placeres y honores? Si tú no escuchas sus máximas, si no sigues sus ejemplos, él te desprecia y maltrata; si haces su voluntad, se convierte en tu amigo, te halaga, te acaricia, pero no lo hace sino para perderte con más seguridad. ¿Por qué, pues, amar a tu enemigo? ¿Por qué amarlo, cuando sabes que tu complacencia jamás lo satisfará, y sus placeres jamás te harán feliz?
III. ¿Por qué no amas a Jesucristo? Él te amó cuando aún eras su enemigo; murió por ti en una cruz; te promete el cielo en recompensa de tu amor. y sin embargo, en vez de amarlo, lo ofendes todos los días; te pones de parte del demonio su adversario. ¿Qué te ha hecho Jesucristo para que lo trates tan cruelmente? Puesto que el mundo te detesta, ¿por qué amas al que te odia? ¿Por qué más bien no amas a quien te redimió? (San Cipriano).
*Muy cierto, queridos hermanos. Nada le debemos al mundo y sus vanidades, que sólo son peligrosas distracciones para nuestra alma, ya que nos alejan de Dios y nos impiden ocuparnos del negocio más importante que tenemos en esta vida, que no es otro que el de asegurarnos la salvación de nuestra alma al precio que sea y cueste lo que nos cueste. Los pobres mundanos sólo piensan en satisfacer su orgullo egoísta, su avaricia, sus apetitos carnales y su curiosidad malsana. Se pasan la vida enredados en absurdas cuestiones que no valen nada a ojos de Dios, tales como procurarse mayores bienes y comodidades materiales, para lo cual sacrifican su salud y su tiempo, pero descuidan criminalmente aquello que les podría dar la vida eterna, que es la lectura atenta y meditada de la Palabra de Dios mediante la iluminación de la Fe, que ellos consideran una necedad y un escándalo, porque Jesús y el Padre Eterno nos piden morir a nosotros mismos para que puedan llenarnos con el Espíritu Santo, mas eso los mundanos no lo pueden entender y se marchan indignados ante lo que no comprenden. Nosotros, empero, no debemos hacer como ellos, aunque sean millones los que piensen así, sino que debemos seguir el valeroso ejemplo de tantos Santos, Mártires, Confesores y Vírgenes, que dejaron al mundo y sus engaños por abrazarse con la santa cruz que Cristo y el Padre les enviaron, despreciando su propia vida por amor a Dios, con lo que han obtenido gloriosas coronas en la eternidad y ahora brillan como estrellas refulgentes en el firmamento celestial. Que S.S. el Papa San Cornelio y San Cipriano Obispo intercedan por nosotros desde lo alto para que gustemos las cosas espirituales y dejemos de lado las banalidades y asuntos mundanos.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
SANTOS CORNELIO, Papa y Mártir
Y CIPRIANO, Obispo y Mártir
Es preciso pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. (Hechos de los Apóstoles 14, 21)
+ Los santos Mártires Cornelio, Papa, y Cipriano, Obispo de Cartago, cuyo triunfo se menciona a 14 del corriente.
+ En Calcedonia, el triunfo de santa Eufemia, Virgen y Mártir, la cual, en tiempo del Emperador Diocleciano y del Procónsul Prisco, sufrió por Cristo la tortura, cárceles, azotes, máquinas de ruedas, el fuego y el peso de las piedras, las fieras, las heridas de las varas, las sierras afiladas y las sartenes hirvientes; pero de nuevo expuesta a las fieras en el anfiteatro, rogó al Señor que se dignase ya recibir su espíritu y entonces, mordiéndole una el santo cuerpo, mientras las otras le lamían los pies, entregó su incontaminado espíritu a Dios.
+ En Roma, los santos Mártires Lucía, noble matrona, y Geminiano, a los cuales el Emperador Diocleciano, después de gravísimos suplicios y prolongados tormentos, de que salieron victoriosos, mandó pasar a cuchillo.
+ El triunfo de san Martín I, Papa y Mártir, el cual, después de haber condenado, en un Concilio que juntó en Roma, a los herejes Sergio, Pablo y Pirro, de orden de Constante, Emperador hereje fue por engaño preso y conducido a Constantinopla, y después desterrado al Quersoneso, donde consumido de trabajos por la fe católica, acabó su vida y resplandeció con muchos milagros. Su cuerpo, llevado más tarde a Roma, fue sepultado en la Iglesia de los santos Silvestre y Martín. Su fiesta se celebra el día 12 de Noviembre.
+ En Roma, el triunfo de santa Cecilia, Virgen y Mártir, la cual trajo a la fe de Cristo y animó al martirio a su esposo Valeriano y al hermano de éste, Tiburcio. Después del martirio de éstos, el Prefecto de la ciudad Almaquio la mandó prender, y superado el tormento del fuego, consumó su ilustre martirio al filo de la espada, imperando Marco Aurelio Severo Alejandro. Su fiesta se celebra el 22 de Noviembre.
+ En Heraclea de Tracia, santa Sebastiana, Mártir, que fue convertida a la fe de Cristo por san Pablo Apóstol; y en tiempo del Emperador Domiciano y del Presidente Sergio, probada de varias maneras, fue finalmente degollada.
+ En Roma, en la vía Flaminia, los santos Mártires Abundio, Presbítero, y Abundancio, Diácono; a los cuales, el Emperador Diocleciano, juntamente con Marciano, persona ilustre, y Juan su hijo, a quien ellos habían resucitado, mandó pasar a cuchillo a diez millas de la ciudad.
+ En Córdoba de España, los santos Mártires Rogelio y Servi-Deo, los cuales, después de cortadas las manos y los pies, fueron por último degollados.
+ En Galloway de Escocia, san Niniano, Obispo y Confesor.
+ En Inglaterra, santa Edita, Virgen, hija de Edgaro, Rey de los Ingleses, la cual, consagrada a Dios desde sus tiernos años en un monasterio abandonó el mundo sin llegar a conocerlo.
+ En Monte Casino, san Víctor III, Papa, sucesor de san Gregorio VII, que ilustró con nuevo esplendor la Sede Apostólica, consiguiendo, con el favor divino, una insigne victoria contra los Sarracenos. Su culto, introducido desde tiempo inmemorial, fue aprobado y confirmado por el Sumo Pontífice S.S. León XIII.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.