17 de septiembre del Año del Señor
IMPRESIÓN DE
LAS SAGRADAS LLAGAS
EN SAN FRANCISCO
¿Hay entre vosotros
alguno que esté triste?
(Santiago, 5, 13).
San Francisco de Asís, un día en que estaba en oración, vio aparecer a Jesucristo bajo la forma de un serafín crucificado. La vista de su Salvador le causó un gozo inefable, pero su crucifixión le atravesó el alma como acerada espada. Después de un secreto coloquio, desapareció la visión, dejando el alma de Francisco abrasada de seráfico ardor, y su cuerpo señalado con las llagas del divino Redentor. El santo religioso se esforzó en esconder ante los ojos de los hombres la merced que se le había concedido, pero Dios se complació en manifestarla mediante refulgentes milagros.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que, para sacar al mundo de la tibieza en que había caído e inflamar nuestros corazones con el fuego de vuestro amor, habéis impreso en el cuerpo del bienaventurado Francisco las Sagradas llagas de vuestra Pasión, dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesión, concedernos la gracia de llevar constantemente la cruz y hacer dignos frutos de penitencia. Vos que vivís y reináis en los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE CÓMO
HAY QUE VENCER LA TRISTEZA
I. Cuando estamos agobiados bajo el peso de la tristeza, cuando la malicia de nuestros enemigos, la infidelidad de nuestros amigos, los sufrimientos de nuestro cuerpo y tantos otros acontecimientos desfavorables nos colman de amargura, buscamos un amigo fiel para descargar nuestro corazón en el suyo. ¿Dónde encontrar un amigo más fiel que Jesús? Vayamos, pues, al pie de los altares, confiémosle el motivo de nuestras lágrimas, roguémosle que nos libre de nuestras penas. Interroguémosle, escuchemos lo que nos diga en el fondo del corazón, y pronto seremos consolados. Me acordé de ti, Señor, y me alegré. (El Salmista)
II. Para disipar la tristeza, consideremos que existen personas más desventuradas que nosotros. ¡Tantos pobres en los hospicios, tantos enfermos en su lecho sufren mucho más que nosotros! Las benditas almas del purgatorio, los condenados en el infierno, sufren tormentos incomparablemente más crueles que los que nos hacen gemir a nosotros. Aceptemos de buen grado esta tristeza para expiar nuestras faltas. Si una hora de pena te resulta intolerable, ¿cómo sufrir los suplicios eternos del infierno? Piensa en esta verdad, y ya no derramarás lágrimas sino para borrar tus pecados.
III. Piensa en la tristeza que se apoderó del corazón de Jesucristo en el huerto de los Olivos; piensa en los tormentos que por ti soportó en la cruz, y di con Él: "Padre mío, que se haga vuestra voluntad; si queréis que gima durante toda mi vida, me someto a vuestra santa voluntad". Después de todo, no debemos esperar estar siempre alegres y contentos, puesto que Jesucristo y los santos han estado siempre en aflicción y lágrimas. Señor, quiero llorar con Vos, porque nadie puede gozarse en la tierra con el rico Epulón y reinar con Dios en el cielo. Los cristianos deben temer los gozos de la vida presente y desear los sufrimientos con ardor. (San Juan Crisóstomo).
*En efecto, mis queridos hermanos. Cuando estemos agobiados por la pena, la angustia, o cualquier otra aflicción, vayamos a descansar de nuestro dolor en los brazos amantísimos de Jesús y María, reposando nuestra cabeza en el Sagrado Corazón de Jesús a imitación del bendito San Juan Evangelista. El yugo y la carga que el Divino Maestro nos ha impuesto en esta vida para ser discípulos suyos son suaves y ligeros, aprietan pero no ahogan, pues Dios sabe bien hasta dónde podemos llegar sin ceder a la tentación, y Él nos envía las gracias que necesitamos para vencer cualquier obstáculo si Le somos fieles y guardamos Sus mandatos y Su Santa Palabra. que es lo que nos defiende y nos da la fuerza para vencer al mundo y sus engaños. El sufrimiento cristiano es verdaderamente sagrado y bendito, porque tiene un poder regenerador y redentor extraordinario, ya que si se ofrece en unión con los dolores y penas que afligieron a los Sagrados Corazones de Jesús y María, Dios usa ese sufrimiento para purificarnos de nuestros pecados, en virtud de la Sangre Preciosa de Nuestro Salvador Jesucristo, que es la que nos lava y nos limpia de todas nuestras transgresiones. Por tanto, estemos muy unidos a Jesús Crucificado y a Su Santísima Madre al pie de la Cruz, escondiéndonos en las llagas abiertas en el Cuerpo adorable del Redentor, donde el pecado no podrá alcanzarnos si sabemos hacernos violencia y vivir como verdaderamente muertos a este mundo y sus vanidades. Que el seráfico San Francisco nos obtenga ese amor por el sufrimiento purificador que nos haga dolernos profundamente de haber ofendido al Señor tantas veces de manera inconsciente, de modo que aceptemos todo cuanto Jesús nos quiera enviar como venido de la mano del Padre, cuya Voluntad debemos desear hacer antes que ninguna otra cosa en el mundo, pues en cumplir la Voluntad de Dios reside la perfección absoluta que una pobre criatura mortal puede alcanzar en esta vida.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
IMPRESIÓN DE LAS SAGRADAS LLAGAS
EN SAN FRANCISCO
¿Hay entre vosotros alguno que esté triste? Que haga oración. (Santiago 5, 13)
+ En el monte Alvernia de Toscana, la conmemoración de la Impresión de las sagradas Llagas, que por singular favor de Dios fueron impresas en las manos, pies y costado de san Francisco, Fundador de la Orden de Menores.
+ En Roma, el tránsito de san Roberto Belarmino, Confesor, de la Compañía de Jesús, Cardenal y algún tiempo Obispo de Capua, esclarecidísimo por la santidad y doctrina, y por los muchísimos trabajos que emprendió en defensa de la fe católica y de la Sede Apostólica; al cual S.S. el Papa Pío XI concedió los honores de los Santos y declaró Doctor de la Iglesia universal, y mandó que su fiesta se celebrase el 13 de Mayo.
+ En Roma, en la vía Tiburtina, el triunfo de san Justino, Presbítero y Mártir, el cual en la persecución de Valeriano y Galieno, se señaló por su gloriosa confesión. Sepultó los cuerpos de san Sixto II Papa, Lorenzo, Hipólito y muchísimos otros Santos, y finalmente en tiempo de Claudio, consumó el martirio.
+ En Roma igualmente, los santos Mártires Narciso y Crescención.
+ En Lieja de Bélgica, san Lamberto, Obispo de Mastrich, que, por haber reprendido con religioso celo a la familia real, fue sacrificado el inocente por los culpados, y entró a vivir eternamente en el palacio del reino celestial.
+ En Zaragoza de España, san Pedro de Arbués, primer Inquisidor de la fe en el reino de Aragón; el cual, bárbaramente asesinado por los Judíos relapsos, en odio de la misma fe, que por razón de su oficio defendía con fortaleza, fue puesto en el catálogo de los santos Mártires por S.S. el Papa Pío IX.
+ En la Gran Bretaña, los santos Mártires Sócrates y Esteban.
+ En Noyón de Francia, los santos Mártires Valeriano, Macrino y Gordiano.
+ En Autún, san Flocelo, niño, que en tiempo del Emperador Antonino y del Presidente Valeriano, al cabo de muchos tormentos, despedazado por las fieras, consiguió la corona del martirio.
+ En Córdoba de España, santa Columba, Virgen y Mártir.
+ En Frigia, santa Adriana, Mártir, que, siendo esclava de una mujer infiel, vejada mucho tiempo por su ama con azotes y otras pesadumbres para que negase a Cristo, fue por fin llevada al Juez y desgarrada con extraordinaria crueldad; mas como perseverase en la confesión de la fe, después de cortada la lengua fue arrojada al fuego.
+ En Milán, la dichosa muerte de san Sátiro, Confesor, cuyos señalados méritos refiere su hermano san Ambrosio.
+ En Bingen, diócesis de Maguncia, santa Hildegarda, Virgen.
+ En Roma, santa Teodora, matrona, que, en la persecución de Diocleciano, servía solícita a los santos Mártires.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.