Para comprender todas las ruinas amontonadas liberales, basta con leer las cartas 43 y 44 del P. Gautrelet. Por ellas se verá, que todos los corifeos de la revolución de 1830 eran francmasones, y que todos se gloriaban de pertenecer a la opinión liberal. M. Eckert refiere, que los jefes de la revolución de 1848 eran jefes de las lógias parisienses (1).
La carta 40 contiene una circular de la Venta suprema a todas las Ventas subordinadas suyas, que merece llamar la atención, atendido a que en ella se indica el medio de dominar a la Iglesia.
«Lo que nosotros debemos pedir, lo que debemos buscar y aguardar, del mismo modo que los judíos aguardan al Mesías, es un Papa, que quiera atender a nuestras necesidades; pues bien, para asegurarnos un Papa, que reúna las condiciones requeridas, hay que prepararle, desde luego, una generación digna del reinado que apetecemos. En suma, para transformar al clero, la acción debe.ser lenta, prudente, paciente, sin exageración; es preciso sobre todo seducir y no espantar: infundir en el espíritu de los jóvenes sacerdotes la doctrina liberal en dosis infinitesimales; disfrazarla bajo las apariencias del patriotismo, que exalta a las almas generosas. Entonces, poco a poco, el catolicismo acabará por transigir con la revolución (2).»
No cabe la menor duda, que las promesas hechas a la Iglesia por su divino Fundador, harán siempre abortar ese plan satánico; empero, no siendo esas promesas aplicables a cada fiel en particular debemos desconfiar del virus liberal, como del veneno más sutil.
Así es, que el R. P. Ramière tuvo mil veces razón, cuando en el Messager du Cœur de Jesus, se expresaba en estos términos: El liberalismo católico «es una peste perniciosísima.»
(1) En 1848 me hallaba en París, y si bien entonces era yo casi niño, la Providencia me proporcionó los medios de conocer el importante papel que representó la Masonería en la revolución de febrero. Los ciudadanos Ledru-Rollin, Flocon, Alberto y Cremieux la representaban ostensiblemente; los verdaderos jefes, empero, no se mostraron, conforme a los hábitos inveterados de la secta. Luis Felipe, no obstante de ser francmason, fue derribado por la Masoneria. En la noche del 27 6 28 de febrero -no recuerdo exactamente la fecha- hallándome en el Hôtel-de-Ville (Casa consistorial), donde se estableció el nuevo Gobierno, vi en una de sus salas a un hombre con blusa, ya borracho, pero que continuaba bebiendo. Pregunté yo, entonces, qué hacía allí aquel zamborotudo, en el palacio de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad. Y me respondió la persona a la cual me dirigí casualmente: Bajad la voz: es uno de Jos jefes de la Masonería, y a quien se debe la victoria »>-Regla general: cuando los francmasones llegan al poder, las Logias se dividen en dos campos, el campo de los estómagos satisfechos, y el de los estómagos vacíos. Los últimos conspiran contra los primeros y hasta los asesinan, si es necesario. En seguida ocupan el lugar de éstos; más vienen otros estómagos vacíos, que los derriban a su vez y así sucesivamente, sin llegar nunca al fin. Los profanos (como nos llaman los sectarios) nada comprenden de lo que están viendo aterrorizados; pero subyugados por los seudo-principios de la secta y por el espejo del mundo moderno, dejan hacer, y no aciertan a tomar ninguna resolucion digna del mundo cristiano, que es el mundo eterno.
J. E. de C.
(2) Este programa -difundido en italia por una circular de José Mazzini- fue desarrollado y practicado en 1846, después de la muerte del papa Gregorio XVI. A este propósito, el apóstol italiano del Carbonarismo había reunido toda su corte en 1854 en Suiza; y allí fundó la Jóven Europa, de acuerdo con los representantes de la Masonería francesa, italiana, alemana y polaca: habia preparado los espiritus para la monstruosa guerra contra el Sonderbund, primer ensayo de las fuerzas sectarias, despues de la revolucion de 1850. Luis Felipe, que conocía perfectamente a la secta, apercibió el peligro, y quiso acudir en auxilio del derecho y de la justicia, representadas por los cantones separados; mas la cobardía de Metternich, que se denegó à secundarle, no le permitió efectuar su designio La victoria de los cuerpos francos contra el Sonderbund fue la señal del trastorno universal de Europa. En 1848, la secta salió de sus Logias, y tomó posesión del mundo: el mismo Mazzini lo anunció en una carta à Gioberti, cuyo resumen es el siguiente: Ya no tenemos necesidad de símbolos ni de alegorías: ha llegado la hora de arrojar la máscara, y marchar vía recta a nuestro objeto: apoderémonos de los tronos, subamos al Capitolio, hollemos con nuestros piés la cruz y las coronas; que desaparezca el culto de Cristo, y ceda el lugar al culto del demonio.
J. E. de C.
Conjuración satánico-humana contra Jesucristo
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Mons. Louis Gaston de Ségur
1875