ALEJANDRO II (1061-1073)
Los decretos del concilio lateranense habían irritado a los germanos y a los sacerdotes simoníacos, y al morir Nicolás II se produjo una fuerte reacción. Más Hildebrando no se dejó sorprender, y con el poderoso apoyo de Ricardo de Capua reunió apresuradamente a los cardenales, quienes eligieron y consagraron papa a Anselmo de Baggio, obispo de Luca, que tomó el nombre de Alejandro II.
De ahí surgió otro grave cisma, el cual se manifestó primero con la elección, por parte del emperador, del antipapa Cadalus, obispo de Parma, que se llamó Honorio II, y después con las injurias y violencias del antipapa contra el legítimo pontifice: Roma se había convertido en un campo de Agramante.
Para dar fin a este triste estado, San Annón, arzobispo de Colonia, obtuvo de Alejandro II el permiso para convocar un concilio, que fue celebrado en Mantua en 1064 y en donde Alejandro espontáneamente probó la legitimidad de su elección; después de ser unánimemente reconocido como legitimo papa, fue conducido de nuevo a Roma por Gofredo de Lorena.
Cadalus, viéndose abandonado por todos, dejó Roma y se retiró a Parma, donde murió en 1072, después de una infructuosa tentativa para recuperar Roma (1069).
Aconsejado por Hildebrando y San Pedro Damián, consagró gran actividad a la restauración de la disciplina de la Iglesia; promulgó nuevos decretos contra los simoníacos y concubinarios; estableció normas referentes a la celebración de la Misa; prohibió la pluralidad de los beneficios en una sola persona y los matrimonios entre parientes hasta el séptimo grado; se opuso al divorcio de Enrique IV, obligándole a acoger de nuevo a su legítima esposa, Berta, y combatió a los usurpadores y a los que abusaban de su poder, fuesen príncipes u obispos.
Antes de morir, siguiendo el consejo de Hildebrando, otorgó su confianza al cardenal Hugo Cándido, partidario de Cadalus, y al canciller imperial Guiberto, que fue luego arzobispo de Rávena, pensando emplearlos en servicio de la Iglesia; más por desgracia se engañaron, ya que se convirtieron enseguida en adversarios de Gregorio VII.
Alejandro II murió el 21 de abril de 1073 y fue sepultado en Letrán.
Hombre de costumbres severas y de voluntad férrea, actuó con energía y echó las bases de la grandeza del pontificado romano.
Dejó numerosas epístolas, que son indicio de su celo y sabiduría.
"Fue un gran papa, dice Balbo, merecedor de tener como sucesor en el tiempo a Gregorio VII, y en el nombre a Alejandro III."
Durante este pontificado el rito romano se introdujo en San Juan de la Peña, y de allí se extendió a toda la región pirenaica.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
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