El cardenal Cencio Savelli sucedió a Inocencio III y tomó el nombre de Honorio III. En la política trató de seguir el ejemplo de su predecesor, quien le había nombrado cardenal y gozaba de su más profunda veneración. Tomó, pues, una importante parte en todos los acontecimientos políticos de su tiempo. Hizo, en primer lugar, que los soberanos enviasen hombres y dinero a Palestina, donde el ascendiente de los mahometanos iba creciendo en detrimento de la influencia latina.
La muerte de Juan de Inglaterra, y la minoría de edad de su hijo Enrique III, que le sucedió, dieron ocasión a Honorio para dirigir los asuntos de aquel reino, declarándose abiertamente su protector. Confirmó la aprobación papal a las Órdenes de Santo Domingo y de San Francisco de Asís.
En 1226 convocó un concilio en París que condenó a los albigenses, y coronó a Federico II emperador de Alemania. Pero bien pronto Federico II demostró su maldad, empezando la vergonzosa lucha contra la Iglesia que continuó bajo sus sucesores. A pesar de los pactos jurados, Federico se adueñó del reino de Sicilia, del que nombró rey a su hijo Enrique, haciendo varias veces que se malograse la expedición de la Cruzada, e impidiendo al Pontífice el ejercicio de su autoridad en la elección de los obispos de la Italia meridional. Honorio logró poner paz entre Génova y Pisa, y arregló las cuestiones políticas y eclesiásticas de Cerdeña.
Vigiló y favoreció la difusión del cristianismo en la Europa septentrional.
Protegió las universidades de París y de Bolonia y promovió la cultura en el clero.
Murió en 1227, siendo sepultado en Santa María la Mayor.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945