A nuestros queridos hijos el senador de Cannaert de Hamale, presidente, y a los miembros de la Federación de los círculos católicos de Bélgica.
РІО ІХ РАРА.
Queridos hijos, salud y bendición apostólica.
Cuanto es de cada día más angustiosa la situación de la Iglesia, cuanto se ve pisoteada con mayor descaro su autoridad, cuanto con más empeño se trabaja para disolver la unidad católica y apartar de Nos a nuestros hijos, tanto brilla con mayor esplendor vuestra fe, religioso amor y sumisión a esta cátedra de Pedro, amados hijos míos, que unís vuestros pensamientos, fuerzas y facultades no solo para hacer vanos dichos esfuerzos de la impiedad, sí que para mantener unidos a Nos los fieles con mas estrecha lazada.
Y lo que en esta vuestra religiosísima tarea vemos mas digno de encomio y alabanza es que, según se dice, detestáis profundamente los principios católico-liberales, esforzándoos todo lo que os es posible en arrancarlos de las inteligencias. Los que de tales principios están imbuidos, aunque hagan alarde de amor y respeto a la Iglesia y consagren en apariencia a su defensa sus talentos y trabajos, procuran al propio tiempo pervertir su espíritu y doctrina, y cada uno de ellos, según su particular inclinación, favorece al César ó a los propagandistas de los falsos derechos del error, pensando que debe seguirse esta línea de conducta para quitar pretexto a discordias, conciliar el Evangelio con el progreso social y devolver a los pueblos la paz y tranquilidad, como si la luz pudiese coexistir con las tinieblas y la verdad no dejase de ser verdad desde el momento en que se la quiere privar de su inflexibilidad y rigidez esenciales.
Si procuráis combatir este error insidioso y solapado, más peligroso que la enemistad manifiesta, por lo mismo que se cubre y disfraza con apariencias de zelo y caridad; si os esforzais diligentemente en apartar de él a los sencillos é incautos, arrancaréis sin duda la raíz de funestísimas discordias y habréis hecho una gran obra en favor de la unión y concordia de las almas.
Cierto no tenéis necesidad de tales avisos, vosotros que con sumisión tan absoluta estáis adheridos a las enseñanzas de esta Cátedra apostólica que sabéis ha condenado repetidas veces las doctrinas liberales, pero el mismo deseo de que saqueis de vuestros trabajos más pronto y abundante resultado nos ha movido a traéroslo nuevamente a la memoria.
Por lo demás, seguid batallando con ardor estas batallas, y esforzaos cada dia mas en merecer bien de la Iglesia de Dios aguardando de él la prometida corona. Nos entre tanto os manifestamos por vuestros servicios el mayor agradecimiento, y suplicamos a Dios conceda a nuestra sociedad nuevos incrementos y abundancia de dones celestiales, deseando os sea como prenda eficaz de ellos la bendición apostólica que en señal de nuestra paternal benevolencia os concedemos, hijos queridos, muy amorosamente.
Dado en Roma, en San Pedro, a los 8 de mayo de 1873, el vigesimoséptimo de nuestro Pontificado.Pio IX PAPA.
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