VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

S.S. MARTÍN V, PAPA Nº 206

MARTÍN V (1417-1431)
OTÓN COLONNA 


El cardenal Otón Colonna nació en Romagna, en 1365, y fué elegido papa por el concilio de Constanza en 1417, después de la abdicación de Gregorio XII, y de la deposición de Juan XXIII y del antipapa Benedicto XIII. Esta elección puso fin al gran cisma. 

Antes de su coronación, Martin V juró consagrar su reinado a la reforma de la Iglesia, empezando por la curia romana; mas halló una abierta oposición en los prelados, que hicieron infructíferos sus esfuerzos. 

Hizo concordatos con varias naciones; terminó el concilio de Constanza, aprobando los decretos referentes a la fe y de los restantes sólo aquellos que no eran contrarios a los derechos de la Santa Sede. Declaró cerrado el concilio el 22 de abril de 1418, y se dispuso a volver a Italia. 

Los desórdenes que turbaban el Estado pontificio le obligaron a permanecer en Florencia cerca de dos años, hasta que, después de arreglar las cosas con gran habilidad, pudo entrar solemnemente en Roma el 28 de septiembre de 1420. 

Halló la ciudad en un estado lastimoso; mas puso en seguida mano a la obra de reconstrucción. Devolvió la seguridad a Roma, limpiándola de maleantes y ladrones, y empezó la reedificación y embellecimiento de las iglesias y edificios ruinosos, llamando a la ciudad a célebres artistas. 

Convocó en Pavía un nuevo concilio para el año 1423; pero a causa de la peste tuvo que trasladarlo a Sena: dado el escaso número de concurrentes lo trasladó nuevamente a Basilea; pero no se abrió hasta bajo su sucesor. 

Durante pontificado cesó completamente el cisma con la muerte de Benedicto XIII, quien murió impertérrito, en Peñíscola, el mes de noviembre de 1424, habiendo sido luego vanos y ridículos los esfuerzos que hicieron sus cuatro cardenales para darle un sucesor en Clemente VIII y Benedicto XIV. 

Martín V combatió a los herejes husitas en Bohemia, promoviendo una Cruzada contra ellos y trató de poner paz entre Francia e Inglaterra.

Promovió la devoción a la Sagrada Eucaristía y anunció un jubileo en 1423; favoreció los esfuerzos de San Bernardino de Sena y de Santa Francisca para despertar la devoción en los romanos.

Se le acusa por el favor que dispensó a su casa; pero en parte se le puede excusar por la necesidad de tener a su alrededor personas seguras y fieles; por lo demás, es de elogiar en Martín V que en aquellos tiempos de tan gran confusión hubiese sabido restablecer con energía la autoridad espiritual y civil de los papas. 

Murió de un ataque de apoplegía el 20 de febrero de 1431, y el epígrafe esculpido sobre su tumba le llama "felicidad de su tiempo".

Este papa habría debido llamarse Martín III, pero habiéndose transformado los nombres de Marin I y II en Martín, el sucesor de Nicolás III se llamó Martín IV.

Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945


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Martín V, teniendo en cuenta la situación anormal de Europa, se hallaba dispuesto a hacer todas las concesiones que fuesen compatibles con los imprescindibles derechos del Primado, cuya defensa le estaba encomendada; por la misma razón declaró que estaba pronto a aceptar las modificaciones compatibles con dicho Primado en el reglamento de la cancillería redactado poco después de su coronación, aunque no se hizo público hasta el 26 de Febrero de 1418; pero en el Consistorio del 10 de Marzo declaró inadmisible y de todo punto ilícita la apelación en alzada del Papa a un Concilio ecuménico, cuya validez sostenían los polacos; ántes por el contrario, defendió la necesidad de someterse a las decisiones pontificias en materia de fe, con lo que, según hizo notar Gerson, condenó implícitamente los acuerdos tomados en las sesiones cuarta y quinta de Constanza. En general sólo reconoció y confirmó los decretos expedidos por el Concilio en la forma acostumbrada, sobre asuntos relativos a la fe y a la salvación de las almas, como los dirigidos contra Wiclef y Hus, según lo declaró explícitamente en la sesión final (45) del 22 de Abril. 

En atención a la efervescencia que reinaba en las naciones rehuyó siempre hacer declaraciones más explícitas y enérgicas, así como decidir quién había obrado con justicia durante el gran cisma, en lo que le imitaron sus sucesores, por no herir la susceptibilidad nacional de algunos Estados, en particular Francia. 

Los sucesores de Urbano VI que tuvieron su residencia en Roma han figurado siempre en la série de los romanos Pontífices, más no los antipapas de Avignon, Clemente VII У Benedicto XIII; sin embargo, también se reconocieron como válidos los actos de estos últimos dentro de su respectiva obediencia, lo mismo que los emanados de los Papas de Pisa. Por lo demás, en todos los partidos hubo varones eminentes y santos: esta gran calamidad no hizo más que avivar el espíritu de la concordia y confirmar de un modo maravilloso la protección que el Señor dispensa a su Iglesia.

He aquí el pasaje en que condena la apelación a un Concilio ecuménico:  "Nulli fas est a supremo judice, videl. Apostolica Sede, s. Rom. Pontifice J. Chr. vicario in terris, appellare, aut illius judicium in causis fidei, quæ tamquam majores ad ipsum et Sedem Ap. deferendæ sunt, declinare"(Mansi, XXVIII, 200 et seq.).

En la sesión final dijo Martín V que aprobaba los decretos de Constanza, "omnia et singula determinata et decreta in materia fidei per præsens concilium conciliariter (non nationaliter), et non aliter nec alio modo (todos y cada uno de los asuntos determinados y decretados en materia de fe por el presente concilio conciliarmente (no nacionalmente), y no de otra manera."



Cardenal Joseph Hergenröther
HISTORIA DE LA IGLESIA
Tomo IV

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