VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SAN PIO X, PAPA Y CONFESOR.



S.S.San Pío X

VIDA

José Sarto nació en Rieze, en la diócesis de Treviso, el 2 de junio de 1835, de padres pobres, pero de una honradez y virtud notables. Bautizado el día siguiente, fue confirmado el 1 de septiembre de 1845 y recibió por primera vez la Eucaristía el 6 de abril de 1847. Ingresó en el Seminario de Padua en 1850 y fue ordenado de sacerdote el 17 de septiembre de 1858. Nombrado párroco de Salzano y luego Canciller del Obispado y director espiritual del Seminario de Treviso, llegó a ser Obispo de Mantua en 1884, y Cardenal y Patriarca de Venecia en 1893. El 4 de agosto de 1903 fue elevado al Sumo Pontificado, que aceptó a pesar suyo y como una cruz, y tomó el nombre de S.S. Pío X. Los desastres de la guerra que no logró conjurar, le hicieron morir de dolor el 20 de agosto de 1914. El pueblo católico entero le consideró inmediatamente como Santo y después de múltiples gracias y numerosos milagros obtenidos por su intercesión, S.S. Pío XII le beatificó el 3 de junio de 1951 y, en fin, le canonizó el 29 de mayo de 1954.



PELIGROS GRAVES

La ancianidad de S.S. León XIII, cuyo pontificado fue tan largo y glorioso, se vio entristecida por la aparición de peligros graves que amenazaron a la Iglesia. Una herejía sutil atacaba derechamente al corazón mismo de la Revelación, y, con la apariencia engañosa de un esplendente progreso, destruía las tradiciones y alteraba el dogma. Con todo eso, de ningún otro Papa de los tiempos modernos había proyectado más luz sobre los hombres. El número y la calidad de sus Encíclicas le colocan entre los grandes Doctores, que acertaron a comprender su época, y a resolver las candentes cuestiones actuales. Se le escuchó, se le aplaudió; pero en muchísimas esferas no se le entendió, y hasta, lo que era más grave, se llegó a alterar el pensamiento del Papa.


Las ciencias eclesiásticas que S.S. León XIII procuró renovar por medio del tomismo, derivaban por caminos opuestos; la acción social católica, que él había definido con claridad, se veía suplantada por la elaboración de una falsa democracia liberal; el laicismo, invadiendo todos los dominios, amenazaba con oscurecer enteramente en los espíritus los principios que regulan las sociedades y sus relaciones con la Iglesia.


INSTAURARE OMNIA IN CHRISTO

S.S. León XIII no tuvo tiempo para desenmascarar y abatir al "modernismo", esa hidra de la que cada cabeza era una antigua herejía resucitada. No tuvo tampoco tiempo para emprender el reajuste de las instituciones eclesiásticas que le permitiesen ejercer con mayor amplitud, armonía y eficacia las funciones esenciales de magisterio y de gobierno que emanan de la autoridad suprema de la Silla Apostólica. Pero Dios le concedió el sucesor que realizaría sus deseos. San Pío X era uno de sus discípulos más fieles, penetrado de las doctrinas de sus magníficas encíclicas, y que tenía igualmente la clara visión de los daños que amenazaban a la Iglesia. En fin, la mucha experiencia que había adquirido en el gobierno de las almas, como cura párroco, como obispo y como Patriarca, junto con sus excepcionales dotes naturales y con una santidad eminente, le habían preparado para llevar al cabo una obra de renovación universal en la Iglesia. Desde el primer día de su pontificado dio a conocer la extensión de su programa, al tomar por lema las palabras con las que San Pablo define el programa de Dios mismo al salvar el mundo Instaurare omnia in Christo; obra que esencialmente se realizó al fin de la vida del Redentor, pero cuyo cumplimiento perfecto debe verificarse en todos los tiempos, con el concurso de los hombres mismos. San Pío X hacía de este modo saber que las circunstancias no pedían al Papa una vigilancia especial sobre tales o cuales puntos de la vida de la Iglesia, sino que todas las cosas, "omnia", exigían una revisión con mano vigorosa, a fin de que ninguna escapase a Cristo ni a la Redención.


LA VIDA LITÚRGICA

Es sumamente notable que, para proceder en esta renovación universal, su primer acto tuviese por fin algo que muchos entonces juzgaron insignificante. Por un Motu Proprio fechado pocos meses después de su elección, realizaba la primera etapa de una reforma completa de la liturgia, mediante las prescripciones sobre el canto sagrado. Con esto su santidad se nos revela en uno de sus aspectos más atrayentes, más profundos y más auténticos. S.S. Pío X, este gran hombre de acción, fue en primer término un hombre de oración. Y la oración que primeramente recomienda, es la oración pública y solemne de la Iglesia: la oración que reúne en una alabanza común, en una oración común, en un sacrificio común, todas las almas bautizadas. Esto es ya un anticipo de la oración de la eternidad; la oración del cielo inaugurada en la tierra y acomodada a las condiciones de este tiempo de prueba. El Papa Santo quiso que los fieles comenzasen por hallar el sentido de esta sublime oración litúrgica, envuelta en la oración que Jesucristo dirige a su Padre, inspirada por el Espíritu Santo, presente en su Iglesia, y oración que debe ser la fuente la inspiración normal de las oraciones privadas, personales, a las que además deben los fieles entregarse cada día.


La oración será siempre la principal palanca de la acción de S.S. Pío X. Pero esta renovación del canto gregoriano no es más que el principio de toda una serie de reformas y empresas de orden litúrgico, que orientarán por sendas nuevas y tradicionales a la vez, la vida espiritual de los bautizados. Reforma del Breviario, que armoniza y proporciona la distribución de los Salmos, y que da al domingo el puesto preeminente que el culto de los Santos le había hecho perder durante la Edad Media; desarrollo del culto eucarístico, invitación apremiante a la comunión frecuente y diaria, y esto desde el uso de razón; en fin, instauración del ideal del sacerdote tal cual conviene a nuestro tiempo. Todo el ardor de la caridad del Papa Santo, ignis ardens, se deja ver en sus enseñanzas y en sus prescripciones. De este modo se dilata poco a poco en la Iglesia una maravillosa renovación de vida espiritual, junto con una unión más total de las almas entre sí y con Jesucristo. Resultado de esto fue el doble acrecentamiento simultáneo por una parte, de las fuerzas de resistencia contra los ataques o amenazas de los enemigos y, por otra, del grandioso homenaje rendido a Dios en una forma más extensa, más elevada y más pura.




ORGANIZADOR Y LEGISLADOR

No sin razón el Papa Santo había comenzado por recordar al pueblo fiel la importancia capital, no tan sólo de la oración, cosa que nunca se había perdido de vista, sino muy particularmente de la oración litúrgica: es, sobre todo, porque ésta es la oración de la Iglesia. Así pues, queriendo restaurarlo todo en Cristo, por la Iglesia y en la Iglesia convenía invitar a los hombres a volver a hallar a Cristo. La Iglesia es a la vez el camino para llegar a Cristo; y es también el mismo Cristo, extendido y comunicado a todas las almas, pues la Iglesia es su cuerpo místico. Este cuerpo visible es el que S.S. Pío X quiso hacer cada día más atrayente y más acogedor para las almas. No quiso en manera alguna que la Iglesia pareciese una sociedad religiosa anticuada, una supervivencia medieval, el bello testimonio de un pasado concluido, sin relación con el presente y sin influencia sobre él: era indispensable un esfuerzo sano de reajuste a la sociedad moderna. S.S. León XIII tuvo ya plena conciencia de ello; pero debió consagrarse a lo más urgente: la Proclamación de las doctrinas, bastante desconocidas, y le faltó tiempo para emprender la reorganización de los servicios del gobierno y de la administración eclesiástica. S.S. Pío X no retrocedió ante tal reforma de la Curia y de las oficinas de las Congregaciones Romanas. Se trataba de un mundo de funcionarios apegados a costumbres seculares que era menester reavivar No faltaron vivas resistencias. Pero el Papa Santo sabía mostrar, cuando hacía falta, no menos fortaleza y tenacidad que dulzura y paciencia. En pocos años se llevó a cabo toda la reforma, algunas Congregaciones quedaron suprimidas, otras se fusionaron, y a todas se las señalaron atribuciones bien precisas. Solo esta revolución pacífica hubiera bastado para hacer glorioso su pontificado. Mas S.S. Pío X a esto añadió todavía la refundición completa del Derecho Canónico. Con todo eso, el Código no se había terminado a su muerte, y fue su sucesor, S.S. Benedicto XV, quien le promulgó declarando al mismo tiempo que esta obra importantísima colocaba a S.S. Pío X en las filas de los mayores canonistas de la historia.


EL DEFENSOR DE LA FE

Pero esta obra de restauración no habría dado mucho fruto si el fundamento mismo de la unidad de la Iglesia, la fe, hubiese quedado directamente amenazado por las infiltraciones de la herejía. El espíritu de orden y de justicia que se manifestaba en las reformas institucionales ya realizadas, debía llevar al Papa Santo a proseguir las enseñanzas de S.S. León XIII, y a hacer brillar en toda su pureza la doctrina cristiana. Tuvo por lo mismo que lanzarse a la lucha contra la insidiosa herejía que pretendía destruir el fundamento de la fe. Puede decirse que los once años de su pontificado fueron una magistral y vigorosa afirmación de la fe católica contra ella. Recuerda los grandes dogmas que los modernistas alteraban hasta el punto de aniquilarlos: Dios, a la vez trascendente y presente a todas las criaturas; el orden sobrenatural y sus relaciones con la razón y la ciencia; Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre; la esencia de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, sociedad sobrenatural, fundada sobre Pedro; la distinción entre la Iglesia docente y la Iglesia discente; el valor absoluto de las definiciones dogmáticas; la profunda eficacia de los Sacramentos, que sobrepasa con mucho al puro simbolismo; las reglas de la interpretación de la Biblia; el sentido de la Historia; las relaciones entre la Iglesia y el Estado; las condiciones de la salvación. De esta manera, con una claridad maravillosa, restablecía todos los elementos de nuestra vocación a un fin sobrenatural, al que sólo se puede llegar mediante la gracia gratuita de nuestro Redentor. Su máximo anhelo de restaurar todas las cosas en Cristo, se manifiesta sobre todo en esta solicitud por devolver todo su brillo a la pureza de la fe de la Iglesia. Su delicadeza de conciencia era extrema en este punto, y, para desenmascarar y condenar las menores tendencias heterodoxas, demostró una firmeza y una justicia inflexible.


EL SANTO

S.S. Pío XII, al describir en la homilía de la canonización la rica personalidad de San Pío X, dijo de él que era una figura gigante y apacible. Este es, efectivamente, el distintivo de su santidad, la cual supo juntar, mejor que en la mayoría de los demás Santos, una grandeza sobrehumana en la obra que realizó, con una humildad, una bondad, una sencillez que atraía hacia sí las almas. Supo en primer término cumplir en sí mismo el programa con que había brindado a los hombres: y Cristo reinó como Señor en su corazón, en su inteligencia, en su voluntad. La breve noticia que S.S. Pío XII ha insertado en el Martirologio para la fiesta de nuestro Santo, indica en pocas palabras la plenitud de dones y de virtudes sobrenaturales que engalanaba su alma y daba fecundidad a sus obras. Uno no sabe qué admirar más, si su caridad ardiente, su espíritu de piedad, su sentido de orden y de justicia, su profunda humildad, su desprendimiento o la integridad de su fe y la firmeza de sus directivas. Realizó el ideal del cristiano, del sacerdote y del Pontífice. Y en todas las cosas demostró un sentido penetrante de las necesidades, de las aspiraciones, de las energías de su tiempo. Es a la vez el juez y el doctor de nuestra sociedad moderna, y es así mismo el modelo de la santidad que conviene a los hombres de hoy. Ojalá nuestras sociedades descristianizadas se vuelvan hacia él, escuchen su mensaje y soliciten sus oraciones. Sometidas de nuevo al suave yugo del Rey Pacífico, hallarán al fin, la solución que ningún otro poder de éste mundo podrá jamás procurarlas.


ORACIÓN DE SU SANTIDAD PÍO XII


¡Oh glorioso Pontífice, siervo fiel del Señor, humilde y leal discípulo del Divino Maestro en el dolor y en la alegría, en los cuidados y en las inquietudes, Pastor experimentado de la grey de Cristo!, vuelve tu vista hacia nosotros. Difíciles son los tiempos en que vivimos, rudos los esfuerzos que de nosotros reclaman. La Esposa de Cristo confiada un día a tus cuidados, se encuentra de nuevo entre graves tormentas. Sus hijos se ven amenazados de innumerables peligros en el alma y en el cuerpo. El espíritu del mundo, como león rugiente, ronda en su derredor buscando a quien devorar. Muchos llegan a ser víctimas suyas; tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen; apartan su mirada de la luz de la verdad eterna; oyen la voz de insidiosas sirenas, de mensajes engañosos. Tú, que fuiste en la tierra un gran inspirador y guía del pueblo de Dios, sé nuestra ayuda y nuestro intercesor y el de todos los que se proclaman discípulos de Jesucristo (1) .

¡Oh Santo Pío X, gloria del sacerdocio y honra del pueblo cristiano! tú, en quien la bondad pareció hermanarse con la grandeza, la austeridad con la mansedumbre, la piedad sencilla con la doctrina profunda; tú, Pontífice de la Eucaristía y del Catecismo, de la fe íntegra y de la firmeza impávida, vuelve tus miradas hacia la Iglesia que tanto amaste y a la que diste el mayor de los tesoros que la Bondad divina había, con mano pródiga, depositado en tu alma. Obtenednos la integridad y la constancia en medio de las dificultades y de las persecuciones de nuestros días; alivia a esta pobre humanidad, en cuyos dolores tuviste tanta parte, que acabaron por detener los latidos de tu magnánimo corazón. Haz que la paz triunfe en este mundo agitado; la paz que debe ser armonía entre las naciones, concordia fraterna y colaboración sincera entre las clases sociales, amor y caridad entre los hombres, a fin de que, de este modo, las angustias que agotaron su vida apostólica, se transformen, merced a tu intercesión, en una realidad de dicha, para gloria de nuestro Señor Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea (2).

Notas
1. El día de la Beatificación.
2. El día de la Canonización .

Dom Prosper Gueranger

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SAN PÍO X,
Papa y Confesor
Martirologio Romano (1956)

- “Padre Santo, bendiga a mi hijo para que sea bueno, porque sé que si Ud. lo hace así lo será, porque Ud. es un SANTO”.

- “Buena Señora, Ud. se equivoca de consonantes: Yo soy un Sarto (sastre) no un Santo”. Hacía alusión a su apellido que en italiano significa sastre.

De origen humilde, su padre Juan Bautista, sencillo alguacil de Riese (Treviso, Italia) y Margarita Sansón, ama de casa. El Señor bendijo aquel hogar con diez hijos, de los cuales ocho llegaron a ser mayores. A nuestro protagonista se le impuso en el bautismo el nombre de José. Llamó la atención desde niño por su inteligencia, bondad y amor a todo lo que se refería a cosas del Señor. Quedó huérfano de padre muy pequeño. Su madre suplió muy bien aquella carencia y supo plasmar en el corazón de Beppi –como todos le llamaban cariñosamente– toda una gama de virtudes cristianas que luego dieron su fruto abundantemente. Al ser canonizado el 1954, el Papa Pío XII decía de él: “Pío X, pobre y rico, suave y humilde, de corazón fuerte, luchador por los derechos de la Iglesia, esforzado en el empeño de restaurar en Cristo todas las cosas”. Buen resumen de su preciosa y larga vida.


D. Tito Fusarini, párroco de Riese, pronto caló en el alma grande del pequeño Beppi. Dijo un día, hablando de aquel niño: “Es el alma más noble de este país…”. Viendo claramente cuál era su vocación, le envió al Seminario y ayudó a pagar su carrera sacerdotal. En el archivo del seminario de Padua se conservan las notas de aquellos años y dicen de él: “Discípulo irreprochable. Inteligencia superior. Memoria excelente. Ofrece toda esperanza”. No se equivocaron. Era todo un presagio…
Subió todos los escalones hasta llegar al sacerdocio, don que le llegó el 18 de septiembre de 1858, año de las apariciones de la Virgen de Lourdes.


Así era él: Alto, delgado pero fuerte, elegante, de cutis blanco, labios finos, modales señoriales a la vez que sencillos y sin fingimiento, frente alta y cabellos abundantes, de mirada bondadosa.


La Divina Providencia guió los pasos de D. Beppi de un modo maravilloso. Estaban marcados de nueve en nueve: como coadjutor, como arcipreste, como canónigo, como obispo, como cardenal… Cuando llegaba el noveno aniversario, ya sabía él que debía cambiar de cargo. Siempre en ascenso. Sólo como Papa fue dos años más.


Al morir S.S. el Papa León XIII, en el aula de Consistorio alguien votó al Cardenal Sarto de Venecia. Decía él: “Estos Padres me toman el pelo”. Un cardenal francés le preguntó si sabía o no su idioma; al contestarle que no, dijo: “Pues no es papable”. Sarto respondió: “Demos gracias a Dios”. Pero a la séptima votación fue elegido. Se resistió, mas al ver que era la voluntad divina manifestada por los votos de los Cardenales, aceptó convencido de que si Dios da un cargo, da las gracias necesarias para llevarlo a cabo.


Tres eran sus más grandes características: La pobreza. Fue un Papa pobre que nunca fue servido más que por dos de sus hermanas, para las que tuvo que solicitar una pensión para que no se quedaran en la miseria a la hora de su muerte. La humildad. S.S. Pío X siempre se sintió indigno del cargo de Papa, no permitía lujos excesivos en sus recámaras, y sus hermanas que lo atendían no gozaban de privilegio alguno en el Vaticano. La bondad. Nunca fue difícil tratar con S.S. Pío X, pues siempre estaba de buen genio y dispuesto a mostrarse como padre bondadoso con quien necesitara de él.


Dentro de sus obras destaca el combate contra dos herejías en boga en esa época: El Modernismo, al que combatió fuertemente, principalmente con la encíclica Pascendi; el Jansenismo, decretando la autorización para que los niños pudieran recibir la comunión desde el momento en que entendieran quién está en la Santa Hostia Consagrada. Este decreto le valió ser llamado el Papa de la Eucaristía. Fundó el Instituto Bíblico para perfeccionar las traducciones de la Biblia y nombró una comisión encargada de ordenar y actualizar el Derecho Canónico. Promovió el estudio del Catecismo.


Aceptó el Papado “como una cruz”, y de veras que lo fue para él. Había escogido el nombre de Pío inspirado en que los Papas que eligieron ese nombre habían sufrido por defender la religión. Poco antes de morir estalló la primera guerra mundial, a pesar de haber trabajado cuanto pudo para evitarla.


Era el 20 de agosto de 1914 cuando volaba al cielo, llorado por toda la cristiandad.


ORACIÓN A SAN PÍO X

Glorioso Papa de la Eucaristía, San Pío X, que te has empeñado en “restaurar todas las cosas en Cristo”. Obtenme un verdadero amor a Jesucristo, de tal manera que sólo pueda vivir por y para Él. Ayúdame a alcanzar un ardiente fervor y un sincero deseo de luchar por la santidad, y a poder aprovechar todas las riquezas que brinda la Sagrada Eucaristía. Por tu gran amor a María, madre y reina de todo lo creado, inflama mi corazón con una tierna y gran devoción a ella.

Bienaventurado modelo del sacerdocio, intercede para que cada vez hayan más santos y dedicados sacerdotes, y se acrecienten las vocaciones religiosas. Disipa la confusión, el odio y la ansiedad, e inclina nuestros corazones a la paz y la concordia, a fin de que todas las naciones se coloquen bajo el dulce reinado de Jesucristo. Amén.

Fuentes: Martirologio Romano (1956).


*Nota: Hoy la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana ha sido eclipsada de la faz de la tierra, diríase que como borrada por completo, y la Esposa santa e inmaculada de Cristo se encuentra viva en los corazones y las almas de los poquísimos que hemos comprendido la monstruosa impostura diabólica operada bajo la luz del sol, y guardamos la Santa Fe pura y sin adulterar en las catacumbas de nuestros hogares, alejados de la abominable Ramera montiniana o de Babilonia la Grande, así como de sus tentáculos lefebvristas y thucistas. Por tanto, no hay ya Sagrada Eucaristía ni tampoco hay Sacerdotes ni Religiosos en ningún lado, siendo todo lo que vemos graves profanaciones sacrílegas realizadas por meros laicos disfrazados sin misión ni jurisdicción sobre nadie, las cuales ofenden gravemente a Dios. En consecuencia, lo que debemos pedir a S.S. Pío X en la oración es que nos conserve y acreciente la verdadera Fe Católica en medio de esta universal Sodoma-Egipto en que ha quedado transformado el mundo, dándonos mucho amor, fidelidad y obediencia a la Roca del Papado y al Magisterio infalible de los Vicarios de Cristo, que es el elemento ESENCIAL que nos mantiene dentro del Redil del Buen Pastor. Amén.