9 de septiembre del Año del Señor
SAN GORGONIO,
Mártir
El que combate en la palestra no es coronado
sino cuando lidiare según las leyes.
(2 a Timoteo, 2, 5).
Gorgonio, chambelán de Diocleciano, viendo un día a su señor torturar a un cristiano, exclamó: "¿De dónde procede, emperador, que de dos hombres culpables del mismo crimen, no has castigado sino a uno solo? La fe de este hombre es la mía; participo de su resolución". Irritado Diocleciano, lo hizo azotar con tal violencia que su carne volaba en jirones; ordenó después que se le echase sal y vinagre en las llagas. Por fin, después de haberlo hecho asar a fuego lento en una parrilla, lo condenó a ser ahorcado.
ORACIÓN
Señor, que vuestro mártir Gorgonio nos favorezca con su intercesión, y nos haga celebrar con gozo su piadosa solemnidad. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE LA ETERNIDAD
I. Hay una eternidad de dicha o de desgracia para ti; es una verdad que ningún cristiano puede poner en duda. ¿Comprendes esta palabra: Eternidad? ¿Piensas en ella? ¿Trabajas porque sea feliz para ti? ¡Oh eternidad, cuántas soledades pobló tu pensamiento! ¡cuántos santos ha hecho! Día y noche piensa en estas dos palabras: Seré eternamente feliz. o eternamente desgraciado. ¡Eternidad!... ¡Eternamente feliz... o eternamente desgraciado!...
II. El fin de la vida es el comienzo de la eternidad; ya no habrá más tiempo, ya nada podrás hacer ni para ganar el cielo, ni para evitar el infierno. ¡Oh momento de la muerte, momento tremendo, del cual depende una eternidad de dicha o de infelicidad! ¿Cuándo llegará ese momento? Acaso hoy mismo; y, necio de mí, ¡no pienso en él! ¿Por qué no emplear el tiempo que Dios me da en procurarme una eternidad bienaventurada? Medita este lema de un gran prelado: La eternidad depende de un momento.
III. La eternidad es una corona de gloria para los bienaventurados, y una corona de sufrimientos para los condenados. Siempre comenzará y nunca terminará. Los condenados sabrán y creerán que sus suplicios durarán por toda la eternidad, sin descanso, sin interrupción, sin esperanza de consuelo. ¡Eternidad, eternidad! ¡cuán tremendo es tu recuerdo, pero cuán saludable! Pensemos en ella. Nunca adoptaríamos bastantes precauciones cuando es la eternidad la que está en peligro. (San Bernardo).
*Muy cierto, mis queridos hermanos. Esta terrible verdad debería hacernos temblar de espanto a todos, pues la duración de la eternidad es tan infinita que hiela la sangre con solo pensarlo. Para siempre, para siempre, eternidad, eternidad, es lo que atormenta a los pobres condenados en el infierno, cuya conciencia será carcomida a cada instante por el recuerdo de los pecados en los que consintieron tan miserablemente, en vez de hacer caso de la voz de su ángel de la guarda que les advertía contra la transgresión que iban a cometer. Aunque este pensamiento sea muy difícil de aceptar, es importante y hasta saludable que nos acostumbremos a pensar en ello, pues si no aprovechamos el tiempo que se nos ha dado de vida para procurarnos una eternidad bienaventurada, lo lamentaremos profundamente en la otra vida. Por tanto, tomemos la santa resolución de no volver a ofender jamás a Dios voluntariamente, y de vivir santa y castamente en medio de esta pesadilla de mundo post gran apostasía en la que nos ha tocado vivir, donde debemos ganarnos nuestra plaza en las moradas eternas con temor y temblor, mientras aguardamos la Venida de N.S.J.C. en gloria y majestad para castigar a los impíos y premiar a los justos. San Gorgonio Mártir, ora pro nobis!
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.