Los semiliberales de quienes hablamos tienen la doctrina del el más vivo horror a la doctrina del corto número de los de los escogidos. Se indignan contra ella con frecuencia. «Es, dicen, una doctrina monstruosa, que mueve a odiar a Dios. Es una doctrina que hace de este Dios, a quien el pueblo cristiano ha llamado siempre el buen Dios, un tirano cruel que parece halla su gloria y su gozo en la perdición de los hombres.»
Si les citáis la inmensa serie de doctores católicos que han enseñado ser corto el número de los predestinados; ó no os creen, ó responden que en este punto pensaron con ligereza. «Esta doctrina es la más cruel y absurda que jamás se haya propuesto, y tan absurda, que nadie nos persuadirá jamás que la crean verdadera aquellos que la defienden. Cuando nos vienen con semejantes cosas, nos estremecemos, y deploramos la ceguedad de aquellos que, en vez de correr la cortina en estos lugares de los antiguos, los ponen al descubierto y se glorian de ellos. Son prodigios de crueldad que no creeremos jamás pueda digerirlos en el dia un hombre de buen sentido.» O también: «La civilización, propagando doctrinas humanitarias, ha traído nuevas luces sobre la naturaleza de la Divinidad. Cuando el hombre veía en su semejante un rival, y a menudo un enemigo, se figuraba en Dios a un Sér supremo a quien poco interesaba la desgracia de los hombres. Pero, desde que el hombre ha probado la doctrina de la fraternidad universal, se forma de Dios un concepto más humano. La antigua opinión del corto número de los escogidos no puede sostenerse ante las luces derramadas por la filosofía.» ¡Como si no fuese el Evangelio la ley misma de la caridad! ¡Como si «la humanidad y benignidad de nuestro Dios (2)» pudiesen aparecer más esplendorosas que en el Calvario! Pero las inmensas ternezas de la misericordia no impiden las severidades de la justicia.
Citad a los contrarios las frases del Evangelio: «¡Cuán ancho y espacioso es el camino de la perdición, y cuán innumerables son los que andan por él! ¡Cuán estrecho y angosto es el camino de la salvación, y cuán pocos dan con él!» Citadles los demás textos inspirados que la tradición constante ha interpretado en sentido del corto número de los escogidos. Si habláis con un seglar, os dice: «No soy teólogo para poder contestaros.» O tambien: «Hablais teológicamente; yo hablo filosóficamente.» Si es sacerdote, os aduce interpretaciones nuevas que no puede apoyar en la autoridad de ningún doctor antiguo.
La ciudad anticristiana, Tomo II
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