Pedro, vivo en ¡su sucesor, revestido de todos los privilegios que Jesucristo le ha dado, gobierna a los pastores y a sus rebaños, enseña, repara, ata y desata, manda a las inteligencias y dirige a las almas. Inútilmente le disputa ese mando ó se subleva contra él el orgullo, apelando al sofisma , la astucia apelando a la injuria, la maldad apelando a la fuerza bruta. Si algunas veces el orgullo, la astucia y la maldad separan a todo un pueblo y a todo un imperio de Pedro, el pueblo a quien arrastran a las tinieblas conserva un recuerdo y una necesidad de la luz que más pronto ó más tarde les volverá a ella. Pedro, seguro de la obediencia de lo más selecto del género humano, define el error y permanece siendo el Rey de la verdad. No hay ninguna mano bastante fuerte para abolir sus leyes. Su palabra es el dique inmoble que la mar alborotada puede cubrir de espuma, pero no puede ni arrastrar en su corriente ni traspasar en su furor. Pedro ve, sin qué tiemble , el furioso esfuerzo de las sublevaciones r escucha sin palidecer su clamor inmenso, y volviéndose hacia su pueblo , bendice a doscientos millones de almas cuyo Amen creyente...
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