*En efecto, mis queridos hermanos fieles. Nada hay en el mundo que merezca nuestros desvelos y fatigas, pues allí tan solo se encuentran la falsedad y el orgullo a raudales. Quienes viven animados por el mal espíritu del mundo siempre están inquietos, incluso en medio de la opulencia material, porque han puesto su corazón en las vanidades y los ídolos vacíos, por eso su corazón no tiene paz verdadera y siempre están acosados por el temor de la mala conciencia (Isaías 48,22). Los ídolos de hoy y de siempre son el dinero, el sexo, y el orgullo que busca siempre aparentar y ponerse en el lugar de Dios. Nada nuevo bajo el sol. De todos ellos, seguramente el más peligroso es el orgullo, pues es un criminal que no duda en disfrazarse de ángel de luz, adoptando falsas apariencias de piedad y unos escrúpulos enfermizos que el soberbio pretende hacer pasar por devoción fingida, para así criticar sin piedad a quienes le reprochan su doblez y le hacen ver lo errado de su proceder. Los verdaderos servidores de Cristo Rey debemos huir como de la peste del mundo y su triple concupiscencia, pues esos lazos del demonio tienen atrapadas a la inmensa mayoría de las almas del orbe, de ahí que haya que hacerse violencia y separarse de quienes se rigen por el imperio de los sentimientos y juicios meramente humanos, que son locura y escándalo para Dios, como así nos lo mostró Jesús cuando reprochó a Pedro el considerar las cosas desde el punto de vista carnal únicamente (Mateo 16,23). Para penetrarnos del Espíritu de Dios, del Paráclito Consolador, es preciso que primero nos vaciemos de nosotros mismos y del criterio torcido con el que lo juzgábamos todo antes de ser iluminados de lo alto por el Espíritu Santo. Sólo entonces podremos gustar y saborear las cosas de Dios, y comprobar cuán alejados estábamos de la Verdad. San Leonardo Confesor, ora pro nobis!
SAN LEONARDO,
Confesor
† hacia el año 559
(Juan 14, 27)
+ En Barcelona de España, san Severo, Obispo y Mártir, el cual, por la fe católica, taladrada con un clavo la cabeza, recibió la corona del martirio.
+ En Túnez de África, el triunfo de san Félix, Mártir, el cual, hecha su confesión de la fe y dejado para atormentarle más tarde, el día siguiente (según refiere san Agustín, exponiendo en su festividad un salmo al pueblo) fue hallado exánime en la cárcel.
+ En Teópolis, que es Antioquía, diez santos Mártires, de quienes se lee que fueron atormentados por los Sarracenos.
+ En Frigia, san Ático, Mártir.
+ En Bergen de Flandes. el tránsito de san Winoco, Abad, el cual, esclarecido en virtudes y milagros, sirvió mucho tiempo aun a sus propios súbditos Monjes.
+ En Fondi de Campania, san Félix, Monje.
+ En Limoges de Aquitania, san Leonardo, Confesor, que fue discípulo de san Remigio Obispo. Siendo de origen noble, eligió vida solitaria, y fue esclarecido en santidad y milagros; su poder resplandeció principalmente en libertar cautivos.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.