SOBRE EL CISMA JANSENISTA DE CUBA
EN 1873
En enero de 1871, poco más de dos años después de iniciada en Cuba la Guerra de Independencia, el trono de España le fue entregado a Amadeo I, de ascendencia hispano italiana. La compleja situación política de la Metrópoli, dividida esencialmente entre republicanos y monárquicos, provocó un reinado inestable: en corto tiempo gobernaron seis gabinetes.
Para entender esta historia debe recordarse que las relaciones entre la Corona española y la Santa Sede estaban determinadas, durante la Colonia, por el Patronato Real: para nombrar obispos, el rey proponía una terna (tres candidatos, cuyo orden indicaba preferencia). El Papa escogía uno, y el Rey debía confirmarlo.
En tanto era nombrado un nuevo obispo, y de acuerdo con el derecho canónico, al quedar una diócesis vacante el cabildo eclesiástico nombraba un vicario (relevo transitorio), que gobernaría la diócesis hasta que fuera nombrada la nueva autoridad. El Patronato funcionaba mientras lo hicieran las relaciones entre Roma y Madrid.
Pero Amadeo I había heredado de su padre Víctor Manuel II un fuerte antagonismo con la Iglesia, parte de cuyos territorios europeos había invadido el viejo rey.
La archidiócesis de Santiago de Cuba era gobernada desde 1868 por el vicario capitular José Orberá y Carrión, elegido según las normas del derecho canónico, para gobernar interinamente la diócesis, tras la muerte del arzobispo Primo Calvo y Lope.
Pero en agosto de 1872, el rey expidió una real cédula en la cual nombraba al presbítero Pedro Llorente y Miguel para la silla arzobispal, y solicitaba que le fuera entregado el gobierno de la diócesis "mientras tanto el Papa mandara a expedirle las bulas Apostólicas de su confirmación". Pero Pío IX le ordenó a Orberá que no entregara el obispado. No tenía intenciones de confirmar el nuevo nombramiento real.
Solo un voto que, por antigüedad, valía por dos, decidió que el clero arzobispal cediera ante las imposiciones reales. Es significativo que entre quienes se mantuvieron leales al Papa, estuviera Ciriaco María Sancha y Hervás, fundador de las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, en 1869.
Llorente tomó posesión, y Orberá fue enviado a prisión, pues hubo hechos violentos. La iglesia santiaguera estaba escindida entre "orberistas" y "llorentistas". Fue irónico que, solo ochos días después del "triunfo" del nuevo obispo, Amadeo I abdicara al trono, lo cual provocó una serie de gobiernos efímeros.
En todo caso, cedieron las tensiones entre el Papa y las nuevas autoridades españolas, y tanto Llorente como Orberá tomaron rumbos diferentes, en Europa.
Hoy puede verse "el cisma de Santiago" como un hecho poco conocido en la historia nacional, que reprodujo en la Isla antagonismos europeos. Sin embargo, el conflicto creó un saludable precedente de lealtad a la Santa Sede en la historia de la Iglesia, que ya en el siglo XX, revocó el Patronato Regio.